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Luis Sánchez-Moliní

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Hombres maltratados

Mingote fue su gran defensor y los retrató pequeños, calvos y con bigote, a la sombra de unas féminas terribles y boterianas  Ministros en la niebla Urtasun y los toros, un ladrillo más en el muro

Ana Redondo, ministra de Igualdad.

Ana Redondo, ministra de Igualdad. / DS

PERTENEZCO a la feliz estirpe de los hombres bientratados. No es que no me haya encontrado con alguna serpiente a lo largo de la vida, pero las mujeres que verdaderamente me importan siempre me han tratado con gentileza y amor. Mucho más de lo que merezco. Esto, evidentemente, no significa que no haya hombres maltratados. Mingote fue su gran defensor y los retrató pequeños, calvos y con bigote, a la sombra de unas féminas terribles y boterianas, ataviadas con vestidos de floripondios. Eran caricaturas de machos aterrorizados y empequeñecidos, más en la línea del popular calzonazos que del varón sangrante. La realidad es muy diferente.

Como saben, la parroquia progresista ha puesto el grito en cielo porque en Valencia se registró una asociación de hombres maltratados. Creen que es una manera de “banalizar la violencia contra la mujer”. No explican bien por qué. Muy pocos dudan (y quien lo haga se equivoca) de que la violencia ejercida contra mujeres es uno de los problemas sociales más terribles de la actualidad. Pero esto no significa que no exista el maltrato al hombre. Según la Asociación Nacional de Ayuda a Víctimas de Violencia Doméstica, en 2023 murieron 37 hombres a mano de sus parejas femeninas. Aparte están las torturas psicológicas y otros tipos de agresiones, que haberlas haylas desde el origen de la humanidad, por no hablar del tonito de pitorreo que se nos pone a todos cuando hablamos de este asunto. Aunque las cosas han cambiado, históricamente, tanto el maltratado como el cornudo han sido víctimas de la mofa y el ninguneo de sus compañeros de sexo.

Entre las reacciones más cómicas ha estado la de la ministra de Igualdad, Ana Redondo. Un periodista le preguntó si el registro de la asociación valenciana era correcto y respondió: “Legalmente, no lo sé. Ética, moralmente y constitucionalmente, yo creo que no”. Como alguien dijo en las redes (disculpen la mala memoria) a este paso no tardaremos mucho en concluir que la Constitución es inconstitucional. Por lo menos su artículo 22, donde se reconoce el derecho de asociación.

La ministra, y todos los que entraron al trapo con la noticia, culminaron su ridículo cuando se supo que esa asociación había sido registrada nacionalmente en 2022, cuando ya gobernaba Pedro Sánchez y era ministro del Interior Grande-Marlaska. ¿Acaso usar estos asuntos para desgastar al Gobierno valenciano de PP-Vox no es una forma de banalizar y vampirizar la violencia contra las mujeres? Me temo que sí.

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