TIEMPO El último fin de semana de abril llega a Sevilla con lluvia

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Hoy es Nochebuena y mañana 'Madrugá'

Ya está aquí el anuncio de la Lotería? Una de dos: o la publicidad se adelanta cada vez más, o es que el árbol de mi huerta ha dado granadas tardías. ¡Pero si aún no ha sido ni el Black Friday, y hace nada que ha pasado el Día del Mocito Viejo (Single day, en inglés)! Cierto es que el tiempo se nos pasa más rápido conforme nos vamos haciendo mayores; la niñez es presente absoluto, en cambio, ya de grandes, el tiempo se nos embala y disloca en pretéritos, futuros perfectos, condicionales sibilinos y resignados subjuntivos. En la percepción del tiempo también interviene la velocidad de las cosas, en relación perversamente proporcional: a mayor prisa, minutos más cortos. En los pueblos, las horas son de pana. Lentas, cómo caldean. En la ciudad, los días corren ligeros, con menos asiento. Pero hay un factor determinante en esta sensación, tan angustiosa, de que el tiempo va que se las pela: las campañas de Navidad se adelantan cada vez más. La razón de este adelanto -leo en Forbes- se debe a la necesidad de las corporaciones de posicionarse en el mercado antes que la competencia. Es propio de las empresas que quieran hacer su agosto en Navidad pero, ¿acaso los ritmos de la ciudad se tienen que asimilar y someterse a los que marcan las marcas?

Ya están instaladas las bombillas de Navidad por calles comerciales del centro, y han vuelto a colocar en el Altozano esas luces que, vistas desde el puente, parecen la carpa del circo Ringling (las mismas que ponen en la Velá), y quizá por eso me encantan. En Osorno ya están cambiados, con pulcritud sexista, los escaparates, y lucen en uno coches en miniatura y enseres de superhéroe y, en otro, muñecos neonatos en sus capazos. En no pocos supermercados están preparados los grandes expositores de productos navideños; en el mercado, pronto he empezado a pasar de largo por el puesto donde compro gambas siempre que puedo. Escucho en Radio Sevilla que los chaveas ya están mandando los cuentos para que los lea el querido Antonio Rodríguez Almodóvar. A este paso, lo más operativo va a ser salir la noche de Halloween vestidos de beduinos. Y hacer la cena de Navidad a finales de agosto en el chiringuito. Y que la banda de cornetas y tambores de las Tres Caídas no se encierre cuando acabe la cabalgata que, a la velocidad que va esto, esta noche es Nochebuena y mañana Madrugá. Está claro: no es la antipatía sino esta prisa impuesta lo que mete en un bucle, al tipo del anuncio de la Lotería y a cualquiera.

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