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Fernando Faces

Inglaterra dinamita la cumbre de Bruselas

El pacto fiscal tendrá que desarrollarse a través de acuerdos intergubernamentales al margen de los tratados de la UE · Probablemente asistimos al nacimiento de la Europa de dos velocidades

LA negativa de David Cameron, primer ministro Británico, a firmar el pacto fiscal propuesto por el tandem Merkozy imposibilita su incorporación a los tratados de la Unión Europea. Veintitrés de los veintisiete países que integran la UE han aceptado la propuesta. Inglaterra lo rechaza y Suecia, Hungría y la República Checa están pendientes de consultarlo con sus parlamentos. Merkel y Sarkozy ya habían advertido que de no adherirse a su propuesta los veintisiete países de la UE, se seguiría adelante con los diecisiete de la Eurozona. Ante la negativa de Inglaterra, el pacto fiscal o de estabilidad tendrá que ser desarrollado a través de un acuerdo intergubernamental al margen de los tratados de la UE. La idea de una cooperación reforzada entre los países que componen el núcleo de la unión era una idea hace tiempo barajada por Angela Merkel y Nicolas Sarkozy. La oposición de Inglaterra no deja otra salida. Es probable que estemos asistiendo al nacimiento de la Europa a dos velocidades.

propuestade 'Merkozy'

La cumbre de Bruselas ya se planteaba complicada y los rumores de los desacuerdos eran crecientes. El tándem Merkozy proponía como eje fundamental de la reforma un gran pacto fiscal, con una modificación sustancial del articulado del Tratado de Lisboa. Un pacto fiscal de disciplina presupuestaria, con fuertes sanciones automáticas a los países incumplidores, que debía aprobar obligatoriamente el Consejo Europeo, salvo que se opusiera una mayoría cualificada. La regla de oro de la estabilidad presupuestaria debía de estar recogida en la Constitución y el Tribunal de Justicia debía de garantizar la idoneidad y suficiencia de su traslación a las legislaciones nacionales. Un aspecto importante de la propuesta era la supresión de la participación obligatoria privada en próximos rescates, tema fundamental que había causado el recrudecimiento de la crisis de la deuda soberana y la huida de los inversores.

La propuesta Merkozy, en cuanto gobernanza económica, plantea la creación de un Consejo de la Eurozona con presidencia permanente y dos sesiones al año, aunque mientras no se resuelva la crisis se reunirá una vez al mes. Dependiente de él, un Consejo de Ministros velará por la correcta aplicación de políticas y estrategias. La gobernanza económica se extenderá a los ámbitos laborales, fiscales y financieros, previéndose a corto plazo la armonización del impuesto de sociedades y un impuesto europeo sobre las transacciones financieras europeas. El futuro Fondo Permanente de Rescate (MEDE) se adelanta de 2013 a 2012. La propuesta de Merkel y Sarkozy es el inicio del principio de una Unión Fiscal y una gobernanza económica ampliada. Aunque todavía no aparece ningún ministerio o máxima autoridad con facultades de intervención, control y vigilancia fiscal y financiera como se había solicitado por el BCE.

El inconveniente de la propuesta Merkozy era el dilatado tiempo en su desarrollo e implantación, al implicar modificaciones en los tratados comunitarios y estar al mismo tiempo sometido a la aprobación de los parlamentos nacionales. Por otra parte nada se decía sobre acciones y medidas a corto plazo que calmasen la desconfianza de los mercados financieros.

propuesta Comunitaria

Van Rompuy, presidente del actual Consejo Europeo, consciente de la dificultad de la modificación de los tratados de Lisboa, y de la creciente perdida de protagonismo de las instituciones comunitarias, una vez conocido el alcance de la propuesta Merkozy, y anticipándose, hábilmente, a su recepción oficial, envió la suya, consensuada con la CEE y el BCE, a todos los mandatarios europeos. La propuesta comunitaria recogía lo sustancial del pacto fiscal propuesto por el eje franco-alemán. Conociendo las debilidades de las propuestas de Merkozy, se plantean medidas inmediatas a corto plazo que devuelvan la confianza a los mercados financieros y también a largo plazo. A su vez se proponen dos vías de tramitación, una inmediata que implica un simple cambio de los protocolos del Tratado de Lisboa, que puede aprobarse por el Consejo Europeo, previo informe del BCE y conocimiento del Parlamento, sin que sea necesario el refrendo de los parlamentos nacionales, y otra más lenta que supone una modificación sustancial del Tratado de Lisboa (art. 136 y otros).

Entre las acciones inmediatas podemos citar el apoyo del FMI al fondo de rescate mediante préstamos bilaterales, la ampliación de la capacidad financiera del Fondo Estabilidad Financiera y del futuro Fondo de Rescate Permanente (MEDE), actualmente de 500.000 millones de euros, conversión de este último en una institución financiera con acceso ilimitado a la financiación de BCE, permitir que ambos puedan financiar a la banca, suprimir la participación privada en los rescates, y limitar las decisiones por unanimidad en la disposición de los fondos, a semejanza del FMI.

La negativa de Inglaterra a cualquiera de las dos alternativas ha simplificado en parte las cosas, ya que la única vía para avanzar en la gobernanza económica es un acuerdo intergubernamental entre los países que deseen adherirse. Cuando escribo este artículo todavía la cumbre no ha terminado y todavía es posible que haya nuevas propuestas. De momento, sí sabemos que Alemania se ha opuesto tanto a la ampliación del fondo de rescate actual, como del fondo de rescate futuro. Entre ambos alcanzan la cifra de 950.000 millones de euros, disponibles 750.000 millones de euros. También se opone a que puedan actuar conjuntamente. Alemania se niega a que ambos fondos puedan actuar como entidades financieras con apelación ilimitada al BCE. Sí se ha aprobado la no participación de las entidades privadas en próximos rescates y la aportación de 200.000 millones al FMI para que éste puede apoyar a la deuda pública de los países europeos. Se preserva la independencia del BCE y se mantiene constante su actuación temporal y limitada en los mercados secundarios de deuda pública. Los eurobonos no son la solución a corto plazo, pero Van Rompuy sigue manteniendo la esperanza de su implantación a largo plazo, una vez que el pacto fiscal empiece a dar sus frutos.

Coincidiendo con la cumbre, el Banco Central Europeo, consciente de la amenaza de un colapso financiero, ha bajado los tipos de interés al 1%, ha ampliado los prestamos a la banca hasta tres años, ha reducido las exigencias en la calificación de las garantías aportadas por los bancos y nos ha sorprendido con una reducción del coeficiente de caja del 2% al 1%, medida que libera mas de 100.000 millones de euros para la banca y que es la primera vez que se adopta desde la creación de la UE. La de cal ha sido la aclaración y afirmación de que su intervención en el mercado de deuda pública seguirá siendo temporal y limitada, independientemente de los acuerdos de Bruselas. El sábado conoceremos el cierre definitivo de negociaciones de la cumbre de Bruselas. Un acuerdo parcial y quizás insuficiente. Un paso adelante con riesgo de fractura de la UE. Me temo que los mercados no celebrarán sus resultados.

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