E L gran debate de Telecinco tiene los días contado, lo que no deja de ser una excusa estupenda para recordar el excelente trabajo realizado durante todos estos años por Jordi González. Un presentador modélico que, sin embargo, no ha sido bendecido por todos los santones de este mundo de la comunicación por haberse 'manchado', y las comillas las ponen ellos, en esas ciénagas tan lejanas a cadenas como Canal + o La 2. Como si un comunicador de raza pudiese ser mancillado por esas pequeñas servidumbres. Como si el que nace con los dones de un Jordi González pasase a ser menos por servir a según qué señores.

Yo prefiero ver la botella medio llena. Creo que hemos salido ganando los espectadores. Un programa como El gran debate, tan diametralmente alejado de La clave, podría haberse convertido en un lodazal. Y digo podría, porque no es el caso. No puede serlo, por mera exclusión. Porque por el hecho de tener en su plató como mantenedor a Jordi González, ya pasaba a ser otra cosa. Así de garante es su pedigrí. Sucedía exactamente lo mismo con las Crónicas marcianas de Javier Sardá, que acogió idéntica cadena. El comunicador las salvaba desde el momento en que el comunicador estaba por encima de ellas.

Creo que fue Gala quien dijo un día que el hombre es más grande que la tempestad porque el hombre sabe que muere mientras la tempestad no sabe que le mata. Para mí que dos ilustres como Javier Sardá y Jordi González siempre estuvieron muy por encima de los formatos que condujeron, de las servidumbres impuestas.

Nunca encontré en ellos, curtidos profesionales, surgidos precisamente de una radio siempre digna, un atisbo de hipocresía en la televisión.

Siendo bilingües, y esa es una de sus virtudes que envidio, dominan el castellano en forma y fondo muchísimo más que tantos monolingües. Jordi y Javier, casi nada.