La aldaba

Carlos Navarro Antolín

cnavarro@diariodesevilla.es

José María del Nido o la fuerza del rencor

Nos dice que no formará parte del consejo de administración. ¡Si es que no puede al estar condenado por falsedad documental!

Desde que entró en vigor la ley de sociedades anónimas deportivas, el corazón perdió fuerza en el mundo del fútbol. El voto del socio fue sustituido por la acción. El dinero manda como nunca en este mundillo desde hace treinta años. Esta circunstancia es la que permite que José María del Nido tenga la ocurrencia de asaltar la cúpula del Sevilla cuando el club vive uno de sus mejores momentos. Su plan no tiene ni pies ni cabeza. Recuerdo intervenciones del abogado de especial brillantez cuando la entidad estaba en horas muy bajas y se celebraban juntas generales con un ambiente más propio de 13 Rue del Percebe. Pero lo de ahora, o lo desde hace un tiempo, es sencillamente un despropósito que podrá tener el aval del dinero, pero nunca un apoyo de la masa social.

El comunicado del ex presidente, además, toma por tontos a los observadores en la materia. Dice José María del Nido que no estará en el futuro consejo de administración. Claro que no estará, pero no porque no quiera, sino porque no puede. Bien sabe el letrado que la condena por falsedad documental le impide ser consejero de ninguna sociedad mercantil. Esto nos lleva rápidamente a la conclusión de que tiene ya apalabrada la figura de una marioneta, un testaferro o un presidente cuchara, llámenle como ustedes quieran, un tipo de personaje del que ya tienen experiencia otros clubes. Del Nido aspira a dos objetivos: defenestrar a José Castro por pura obsesión y mandar en la sombra, como ya intentó en su día hacer desde la cárcel. Se abre un período de negociación con los accionistas, sobre todo con los particulares, con los minoritarios, con los más desconocidos. En caso de empate entre dos grupos grandes, los pequeños accionistas pueden ser absolutamente fundamentales. Y todo esto ocurre con la sexta copa de la UEFA recién expuesta en la vitrina, no con un club en segunda división, saqueado o con el prestigio a la altura de vuelo del grajo en días de frío. No se puede entender la acción del ex mandatario del Sevilla por amor a los colores, sino por deseos de venganza personal.

No se puede comprender el plan de asalto desde unos supuestos objetivos de mejora en la gestión, sino como la culminación de un proceso largamente meditado con el impulso del odio. Ni un solo sevillista puede estar descontento en estos momentos, como no lo están muchos sevillanos que son meros observadores de cuanto importante ocurre en la ciudad. La entidad está en un momento muy feliz. Del Nido debe tener alterado el sentido de la percepción de las cosas. No se entiende nada. Y se explica todo por la fuerza del rencor y la frialdad de la ley.

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