Lágrimas negras

Al día siguiente recuperaron su pequeño cuerpo amputado por las dentelladas de los reptiles

11 de mayo 2024 - 01:00

Lloro con lágrimas negras que ya están tiñendo cada una de las letras de esta columna que podría ser de mármol. De esos bloques verticales que ponemos erguidos en los cementerios con la intención de sostener de alguna manera la memoria de nuestros muertos. Letras enlutadas como mi corazón destrozado por el asesinato de una criatura inocente, aunque, para mí, totalmente desconocida. Se puede sentir un dolor tan espantoso por alguien a quien no conoces porque es capaz de que todo lo demás se quede a la espalda de la vida. Ahora no me interesa nada más. Solo tengo enfrente el terror que me causa mi propia imaginación ante los hechos conocidos. Porque la imaginación es libre para viajar dentro de mí, aunque esto haya ocurrido a más de diez mil kilómetros, en el río Kali que Google me lo localiza en Karnataka, en la India. No he visto el asesinato. No hay vídeos ni fotografías que me revelen la dantesca escena protagonizada por una mujer cuyo nombre sí se ha publicado. Se llama Savitri Kumar. Escriben las crónicas que tiene 26 años y que es madre de dos hijos. Bueno, era madre de dos porque el superviviente de dos años vivirá sin sus padres que ya están en prisión. Cuando sea consciente de lo ocurrido quizá se sienta aliviado. Savitri y su marido Ravi llevaban discutiendo desde hace seis años. Concretamente desde que tuvieron a su primer hijo, Vinod. Que naciese sordo y mudo era motivo de fuertes conflictos. Ravi le abroncaba a Savitri por haber parido a un niño que “lo único que hace es comer y que había que deshacerse de él”. Esta es la versión materna. La madre cogió al pequeño Vinod y lo arrojó a un canal de deshechos que desemboca en el río Kali. Un río famoso por sus numerosos cocodrilos . Mi imaginación me lleva a pensar que ni él sabía hacia dónde estaba siendo trasladado ni para qué. Sí: Savitri tiró al niño, a Vinod, a su propio hijo sordo y mudo de seis años a las fauces de los caimanes. Y sí, lo devoraron los cocodrilos. Los vecinos alertaron a la policía. Los buzos se tiraron para salvarle, pero la noche abortó el rescate. Al día siguiente recuperaron su pequeño cuerpo amputado y devorado por las dentelladas de los reptiles. Mi imaginación es tan traicionera que se empeña en querer entender cada detalle de este espanto mientras busca el consuelo de que el pequeño Vinod no se enterase de nada. No voy a escribir doctrinas ni buscar soluciones ni siquiera tengo ganas de pretender cambiar las cosas, hoy. Solo sigo bañada en lágrimas negras, porque sí lo sé, Vinod era sordo y mudo, pero no ciego.

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