Entrar en el túnel del tiempo hay veces que el cuerpo te pide meterte de cabeza y cuando ves a la diosa Manuela levantar los brazos por soleá, una catarata de recuerdos te lleva a la catalepsia. Ves a Manuela por Asunción y te dan ganas de seguirla hasta donde vaya y a la memoria te vienen sensaciones inolvidables, como cuando, una adolescente, todas las noches hacía el milagro de que el duende bajase hasta Los Gallos. Ver a Manuela en estos momentos es retrotraerte a aquella gran obra de Saura y como soñando la ves por sevillanas al cante de José Monje Cruz. Antier noche volvió a poner el mingo en el Maestranza para levantar el nivel de una Bienal con demasiados dientes de sierra. Con Manuela Carrasco no valen moldes de bailaoras. Ella es el molde único y auténtico, majestad en la soleá, compás en la bulería y empaque en esa caña que ella perpetúa. Manuela.
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