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La ciudad y los días

Carlos Colón

ccolon@grupojoly.com

Mejor ser cotorra que feto

Reconocer a los animales más derechos que a los fetos demuestra el desquiciado momento que vivimos

Ciudadanos ha denunciado el "desentendimiento" del control de la plaga de cotorras por parte del Ayuntamiento, tachándolo de "una actitud cobarde por parte del alcalde". La verdad es que el hombre está acongojado -digámoslo así por no utilizar una palabra más grosera- ante la presión de los animalistas radicales que, como la Asociación para el Vínculo Humano-Animal, se oponen a que se liquide la especie invasiva invocando esa "forma de ecología emocional que vincula animales y seres humanos y considera a los animales seres sintientes y no cosas". Una idea razonable, porque no es lo mismo un perro que una silla. Pero las sillas no ponen en peligro otras especies autóctonas, no producen daños en los cultivos, no suponen problemas de salud al ser portadoras de enfermedades y no contaminan acústicamente.

Lo humano es cuidar de los animales y servirse de ellos causándoles el menor daño posible en el caso de que sea necesario matarlos para nuestra subsistencia, (alimentación) o supervivencia (la defensa contra las plagas y los animales letales para el ser humano). Esto es lo que nos diferencia: nosotros somos cultura y ellos naturaleza; nunca se convertirá un león en vegetariano por compasión hacia los herbívoros ni dejarán los mosquitos de picar transmitiendo la malaria, el dengue o la fiebre amarilla porque se apiaden de las 725 mil personas que cada año mueren a causa de estas enfermedades.

No maltratar a los animales nos hace más humanos. En esto estamos de acuerdo todos los que procuramos guiarnos por la razón. Eso sí, con matices: el amor a los animales es compatible con la crueldad más atroz hacia los seres humanos; conocido es lo mucho que amaba Hitler a su pastor alemán Blondi, que mandó sacrificar antes de suicidarse en el búnker. Pero borrar las diferencias entre seres humanos y animales, e incluso reconocerles más derechos que a los humanos no nacidos, como pretenden los animalistas radicales, es un disparate. "Los animales no son cosas. Por eso defendemos sus derechos", dicen, invitando a la conversión vegetariana o incluso al fundamentalismo vegano (no consumir ningún producto de origen animal: leche, huevos, miel, mantequilla, queso…). Pues bien, los fetos tampoco son cosas y parece que ni a los animalistas ni a la mayoría de nuestros conciudadanos les preocupa que matarlos sea considerado un derecho. Esto es lo desquiciado del momento que vivimos.

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