Alto y claro

josé Antonio / carrizosa

Ministro Zoido

QUE haya un sevillano que ejerce de tal sentado en el Consejo de Ministros es objetivamente bueno, aunque tampoco como para que repiquen las campanas de la Giralda. No le puede venir mal a la ciudad que al lado de Rajoy haya un ministro que hasta ayer por la mañana, por ejemplo, recogía en las calles firmas para que Sevilla tenga de una vez una red de Metro, consciente como es de que esa infraestructura necesita de cofinanciación de la Junta y el Estado; o que ha sido testigo directísimo de los retrasos en la SE-40 y de lo fundamental que es la finalización de esa ronda para articular el transporte del área metropolitana; o de tantas carencias que él como alcalde ha sufrido en primera persona y que tuvieron algo que ver en que después de ser el más votado de la historia de Sevilla perdiera el gobierno municipal gracias a un acuerdo de la izquierda local, tras hundirse estrepitosamente en las urnas.

Por todo eso, y porque entre los variados reproches que se le podrían hacer a Juan Ignacio Zoido no figura, ni de lejos, su falta de compromiso con la ciudad y con sus problemas, demos por sentado que Sevilla ha salido ganando en la remodelación del Gobierno que Rajoy dio a conocer el jueves y que habrá que ver hasta dónde nos lleva. No parece que sea un equipo diseñado para durar cuatro años ni con una capacidad negociadora inscrita en su ADN. Pero, con el presidente que tenemos, hacer apuestas de futuro es ciertamente complicado y lo que hoy parece gris mañana puede ser blanco. O negro.

La presencia de Zoido en el equipo como responsable de Interior no responde en exclusiva a una especialización de su trayectoria política, aunque los cargos de delegado del Gobierno -primero, en Castilla-La Mancha y, luego, en Andalucía- lo han puesto en contacto con las Fuerzas de Seguridad del Estado, de las que ahora pasa a ser máximo responsable. Tampoco importa demasiado: el Ministerio del Interior, también el de Defensa, están hasta cierto punto en manos de estamentos profesionales muy especializados que tienen muy claro lo que hay que hacer al margen de la política de turno. Aunque esto es así, no ha pasado desapercibido, ni mucho menos, que en la primera legislatura de Rajoy desde ese departamento se han puesto en marcha actuaciones que tenían como objetivo judicializar actuaciones políticas mediante la utilización de la Policía y la Guardia Civil. La salida de Jorge Fernández Díaz ha tenido algo que ver con ello.

Pero conviene desechar estas interpretaciones malévolas -aunque el caso de los ERE se desatase a raíz de una denuncia del ahora ministro- y afirmar, porque no hay nada que indique lo contrario, que Juan Ignacio Zoido ha llegado al Ejecutivo porque es un político cabal y honesto que, además, cuenta con la confianza expresa y expresada del presidente. También hay que valorar que en los delicados equilibrios en los que se mueve el PP nuestro ex alcalde es persona de la cuerda de la nueva ministra de Defensa, María Dolores de Cospedal, y que dar poder y proyección nacional a Zoido la refuerza en el territorio en el que Javier Arenas quiere seguir haciendo y deshaciendo y en el que Juanma Moreno continúa sin ser percibido como alternativa. A partir de ahora, le guste más o menos, va a tener mucho que decir en lo que haga y cómo lo haga el PP andaluz. Andalucía sigue siendo la gran asignatura pendiente del partido de la derecha española y sabe que no lo tiene fácil para romper la hegemonía socialista.

Nunca, por lo menos en las últimas décadas, una personalidad con tanta presencia en la vida local -ni Felipe González, ni Alfonso Guerra, ni Javier Arenas la tuvieron en ese nivel- había llegado a un Ministerio y lo ha hecho tras pasar por la Alcaldía. Ojalá que cada viernes en la Moncloa se acuerde de ese sevillanismo del que lleva tantos años haciendo alarde.

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