Vía Augusta
Alberto Grimaldi
La vía es (por ahora) andaluza
LA asimilación de los cánones renacentistas en el ámbito de las ideas y el arte fue realmente lenta en los reinos peninsulares, no manifestándose con rotundidad hasta bien avanzado el siglo XVI, pues las influencias góticas y mudéjares medievales se mantuvieron presentes largo tiempo. En ese periodo histórico, Sevilla se había convertido en tierra de promisión al poseer el monopolio comercial con el Nuevo Mundo, siendo Niculoso Francisco “el Pisano” uno de los artistas que a ella acude aportando temas pictóricos novedosos en sus trabajos de ceramista.
De origen italiano y quizás discípulo de Luca della Robbia, instala su taller a finales del siglo XV en la trianera calle Santa Ana –actual Pureza–, donde desarrolla una exquisita técnica trazando con pincel figuras y motivos decorativos italianizantes sobre azulejos planos, superando a los dibujos geométricos de la alfarería mudéjar. Él mismo se consideraba “ollero de ymaginería”, es decir, ceramista pintor de imágenes, aplicando por primera vez la azulejería sobre retablos y zócalos eclesiales. Sus principales clientes procedían de la nobleza, la Iglesia y la Corona, erigiéndose en uno de los introductores del Renacimiento en la Península Ibérica. El grueso de su exclusiva producción permanece en la ciudad hispalense, donde tuvo dos hijos y muere en 1529, maravillándonos hoy en día cuatro de sus obras rubricadas: Lauda sepulcral de don Íñigo López, iglesia de Santa Ana; Retablo de la Visitación, oratorio de Isabel la Católica en el Alcázar; Portada, iglesia del monasterio de Santa Paula; Panel de la Santa Cena, refectorio del convento de El Carmen.
Su creación cumbre la compone para la iglesia-fortaleza de Santa María de Tudía, integrada en su tiempo en el monasterio del mismo nombre, perteneciente hoy al término pacense de Calera de León. El origen de este templo puede remontarse a un hecho de armas de 1248 previo a la conquista cristiana de Sevilla, cuando, en la cima más alta del sector occidental de Sierra Morena, el maestre santiaguista Pelay Pérez Correa ordena levantar una ermita en honor a la Virgen por la victoria conseguida en dicho lugar sobre los musulmanes. Décadas después, cinco Cantigas de Alfonso X el Sabio glorificarán a Santa María de Tudía, exaltando sendos hechos milagrosos relacionados con esta advocación. Ampliado el santuario en el siglo XIV según los conceptos gótico-mudéjares, se incorpora en 1514 al conjunto del nuevo monasterio concedido por el papa León X. Niculoso Pisano elaboró en 1518 el fantástico panel cerámico del retablo de su capilla mayor, uno de los más bellos y originales del arte hispánico, y posiblemente el resto de azulejería que lo rodea.
El nombre de Tudía o Tentudía proviene de una leyenda según la cual, en el fragor del combate para arrebatar el privilegiado enclave a los almohades, el maestre invocó a la Virgen para que prolongase el día y gozar de luz para la culminación del anhelado triunfo: “¡Santa María, detén tu día!”.
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