TIEMPO El último fin de semana de abril llega a Sevilla con lluvia

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En el catálogo de los amables improperios sevillanos, la papa -que no patata, aquí lo decimos como en América, en la voz original del quechua- tiene su altar. Carapapa me encanta, más si va acompañado de una sonrisa enciclopédica y un pellizco en la mejilla; con papafrita no puedo evitar imaginarme al insultado como un personaje de Los Fruittis. Y, ya saben, en Sevilla coger papas gordas nada tiene que ver con la horticultura. Cuando, atónita, vi la foto de Moreno y Casado en el McDonald de los Remedios, la primera palabra que se me vino a la boca fue papafrita. ¿Pero quién ha sido el papafrita que les ha dicho "poneos ahí, con la burger, el Cocacola, las consortas y la progenie, que vamos a inmortalizar un momento muy español y mucho español"? ¿Quién le ha robado a Casado su contraseña del Twitter y ha subido esa imagen? ¿En Galicia se hubiera retratado en un McDonald? Prefiero inventar teorías conspiranoicas en torno a todo esto que aceptar semejante falta de entendederas. "¡Comida de luteranos!", gritaría un don Quijote del XXI, entrado ahí a espadazos contra los globos. Moreno ha ido a redimirse a Estepa, que está en plena campaña del mantecado, a hacerse una foto con un alfajor.

Llueve en la calle Feria, y en la casa de comidas que frecuento hoy sirven cuchareo. Mientras le soplo a los chícharos, pienso en tantos lugares de la ciudad y la provincia donde comer y dar de comer a quienes los atienden y regentan. También en todos los bares que frecuentamos para echar la primera a solas o la penúltima con gente amiga. A éste vamos por las codornices, al otro por sus coquinas, a varios por los caracoles, a aquél por las gambas o por los rábanos, a este por la ensaladilla, en éste tienes que implorar los altramuces, y ¡ay, los del bacalao frito, donde esquinarse a soplar! Sé de quienes, por esquivar el chovinismo, se caen de barriga en el reniego. Menos en peligro quizá que otros negocios, estos establecimientos van cediendo frente a los gastrobares -palabro que me da ardentías- y las cadenas de comida. "A La Campana la jalonan/ un Burger King y un McDonald". (Esto lo palmea Rosalía y saca otro single). Otra forma de prosperidad es posible, insisto. Otra que no succione ni encarezca por narices la vida, atenta a la economía de proximidad, que quiere a sus ciudadanos a las riendas y no al servicio de los negocios, que avanza sin dejarse atrás lo que importa. Fomentar lo demás es hacer, con aceite rancio, el soberano papafrita.

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