UNA renovación tan a fondo como la que está haciendo el Betis en su vestuario corre el peligro de convertirse en traumática. Dicen los que saben que los experimentos, siempre con gaseosa y no con champán francés. En el club verde, blanco y verde no se ha optado por la gaseosa y en un año de complicado compromiso como éste del retorno al Viejo Continente puede ser peligroso este tipo de aventuras, muy peligroso.

Y eso que la secretaría técnica está trabajando con denuedo y, hasta el momento, con indudable acierto. Ocurre que son tantos los cambios que el futuro se ve como una aventura que puede romper en procelosa. Dos porteros nuevos que habrán de pasar por el lógico proceso de adaptación, cambios en todas las líneas, cuestiones que suelen provocar un plus de desconcierto así que vaya acercándose la hora de coger al toro de la competición por los mismísimos cuernos.

Y además, la distracción que supone estar a la espera de lo que pongan sobre la mesa los que compiten por los mismos futbolistas. Por ejemplo, el caso de Bojan con esas noticias a diario que parecen como el cuento de la buena pipa y que tienen la misma cara que las que circulaban el verano pasado en torno a Roque Santa Cruz. Cada día estaba más cerca de recalar en Heliópolis, pero, sobre la última campana, donde recaló fue en el Málaga que aún protegía el jeque.

Está claro que la situación del Betis es la que es y que cuando una negociación se alarga siempre surge un competidor con la chequera más sólida. Y por ahí se crea una nueva vía de desilusión para ese bético que estaba convencido de que Santa Cruz sería de su equipo y que ahora cree que el talentoso Bojan vestirá de verdiblanco. Ojalá no pase lo mismo y la tremenda reestructuración que lleva a cabo el Betis redunde en beneficio tal y como ocurrió en el curso pasado.