La aldaba

Carlos Navarro Antolín

cnavarro@diariodesevilla.es

Pepe Castro y el reparto del saber

Pepe Castro no ha sido todo lo feliz que debe porque el antiguo régimen del Sevilla ha querido chafarle las merecidas fiestas

Te comentaban al oído sus antecedentes laborales como si fueran penales: "¿Tú sabes que Pepe era camarero?". Y era cierto. José Castro, presidente del Sevilla F. C., trabajó en un restaurante antes de ser comercial inmobilario. Quienes hasta hace dos días trataban de denigrar su prestigio al aludir a su currículum en la hostelería, que en realidad engrandece al que ejerce el noble oficio de servir, se han comido lo que dijimos del tamaño del sombrero de un picador. Después te decían que no tiene estudios superiores, pero Pepe siempre ha sido de oír mucho y hablar poco. Si se fijan, Castro se ríe mucho, sonríe mucho y habla poco. Es de los tipos que no inicia conversaciones, pero se entera de todo. Un día cenamos con el presidente del Sevilla en una mesa con gente muy diversa: empresarios, catedráticos, etcétera. Pepe nos dejó una sentencia que nunca olvidaremos: "El saber está muy repartido". Ahora recibe miles de mensajes de enhorabuena a raíz de la sexta copa de la que siempre llamaremos UEFA, porque lo de la Europa League suena a liguero de escaparate de la calle Puente y Pellón. Pepe Castro es un triunfador. Tiene esa inteligencia a corto plazo que es la listeza, muy útil en el mundo de los negocios. Si de algo no sabe, se calla. Y procura saber quién es el que más sabe de esa materia. Con el cuerpo de pera que dicen los futbolistas que tiene, Castro es ante todo un hombre sencillo. Después de cada partido del Sevilla, ocurra lo que ocurra en el marcador, acude al bar de Nervión donde están sus amigos de siempre: Manuel Marchena y Pepe Cantalejo, entre otros ilustres, con el joven geógrafo Rafael Aguilar como secretario del foro rojiblanco donde se come el mejor jamón del barrio. Quizás la gente ni sepa cuánto ha sufrido este Pepe Castro para llegar donde ha llegado en un mundo de navajas, traiciones, pulsos a cara de perro y cambalaches muchas veces inmorales. Castro ha soportado en silencio los ataques del antiguo régimen. Ha sufrido mucho y no lo ha ocultado. Hubo grandes partidos de los que salió victorioso que se aguaron de pronto en la pena de soportar la incomprensión y el odio de su antecesor en el cargo. Lo que hoy ocurre en el Sevilla Fútbol Club es lo que, por ejemplo, sucede en muchas hermandades, que el hermano mayor que promueve el saliente no sólo lo hace mejor, sino que además es más simpático. ¡Cáspita, aquel camarero gana más trofeos europeos y encima tiene más popularidad! Yo veo a Pepe Castro entrando en Casa Ruiz como siempre, del brazo de su señora y con el blindaje jurídico de Alberto Pérez Solano, y de pronto me dice: "Hemos fichado a uno que no puedo decirte el nombre, pero es internacional... por su país".

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