ADVIERTO: voy a comentar algo que fue actualidad hace ya un par de semanas. Lo sé, estoy llegando tardísimo. Pero a raíz de releer la noticia me asaltó un debate interno que debía plasmar en negro sobre blanco. Se trata de la asistencia de la princesa Letizia al concierto del grupo The Killers en el contexto del FIB. Al margen de su gusto (ya público) por la música indie, su presencia en el festival me recuerda precisamente la esencia del periodista, de estar allí donde suceden las cosas. Y resulta inevitable pensar qué hubiera sido de la ahora princesa (futura Reina de España a no ser que el heredero se quede en eso, en heredero) de no haber formado parte de la Familia Real patria. ¿Habría seguido siendo la cara de las noticias de Televisión Española? ¿Sería como Ana Blanco, eterna presentadora, o le habrían afectado de algún modo los cambios de partido en el poder? ¿Se habría volcado en cubrir de primera mano temas candentes, como hizo en su momento con la catástrofe del Prestige, o la habríamos visto detrás de la mesa de Informativos, con mirada inalterable y directa a cámara? Y, por encima de todo, una duda que jamás será resuelta: ¿cómo habría enfocado todas las noticias controvertidas que han sucedido en torno a la Familia Real? ¿Habría manifestado algún tipo de crítica o habría optado por mantenerse discreta frente a tan peliagudo asunto? Ser periodista es casi como ser médico: el periodismo es pura vocación, y el hecho de ser princesa no quita esa inquietud, ese carácter curioso e inconformista, de buscar todos los ángulos posibles a una información, todos los detalles, y nunca contentarse con versiones oficiales. Por ello, me ronda la cabeza la imagen desenfocada de una pantalla de televisión, con ese rostro fino, vivos ojos verdes y nariz angulosa (porque, puede que, de no haber sido princesa no se hubiera retocado… ¡quién sabe!), contando a la audiencia el incidente de Botswana o cada uno de los capítulos del caso Nóos. Las siempre inquietantes realidades paralelas.