Resistencia numantina

06 de agosto 2012 - 01:00

Desgraciado el país que necesita héroes.

Bertolt Brecht.

TAL día como hoy del año 133 A.C., la ciudad de Numancia fue incendiada y arrasada por un poderoso ejercito romano al mando de Publio Cornelio Escipión, descendiente del otro Escipión que arrasó Cartago. Después de resistir durante veinte años, según cuentan los historiadores de la época, muchos de sus habitantes prefirieron el suicidio antes de ser conducidos como esclavos a Roma, como todos los que se enfrentaban al poderío de la República. Hoy en día un yacimiento arqueológico y un museo en la ciudad de Soria nos recuerdan su historia y la de sus habitantes, que durante siglos han sido ejemplo de resistencia y heroísmo.

El mito de la decisión de los numantinos perduró durante años y el mismo Cervantes lo elevó a tragedia clásica en su obra El cerco de Numancia. Y así llego hasta los libros de historia con los que fuimos educados muchos de nosotros durante los años 50. Como la singular Enciclopedia Álvarez en la que figuraba la defensa de Numancia como uno de los principales episodios de nuestra historia. En aquellos años el suicidio colectivo de los numantinos para frustrar los planes de los romanos, se nos mostraba como ejemplo de virtudes de nuestra raza y de la fortaleza de nuestras raíces. Antes morir que ceder al invasor. Numancia, Sagunto, la Guerra de la Independencia y los sitios de Zaragoza. Tanto es así, que el diccionario de la Real Academia de la Lengua define como numantino aquel que resiste con tenacidad hasta el límite, a menudo en condiciones precarias. Parece que es una cualidad muy hispánica heredada de nuestros antepasados celtíberos.

Y ahora, cuando menos lo pensábamos, nos encontramos en una difícil situación económica que ya dura cinco años y parece que al menos se cumplirán los siete años de vacas flacas que citan los textos bíblicos. Creíamos que el sistema de libre mercado garantizaba nuestro bienestar. Pero se esta deshaciendo delante de nuestros ojos como un azucarillo al igual que muchas conquistas sociales que considerábamos garantizadas. No estábamos preparados para resistir al límite de nuestra capacidad. Funcionarios y empleados públicos. Autónomos y empresas. Empleados. Pensionistas. Desempleados. Organizaciones asistenciales. No sabíamos que habría que resistir carros y carretas. La fórmula propuesta es recortar. ¿De los derechos ciudadanos o de la estructura del Estado? ¿Hasta dónde es posible sin que sea un suicidio colectivo? ¿Hay que pedir a las instituciones europeas que nos ayuden? A veces tengo la sensación de que nos quieren poner en nuestro sitio. Que seamos un país de buen clima, cómodo, seguro y barato, donde otros europeos puedan venir a vivir su jubilación. Hace unos días me dijeron en una agencia inmobiliaria de la costa que los compradores extranjeros ven los apartamentos que les gustan y preguntan cada cierto tiempo el precio, esperando que finalmente tengamos que vender por lo que sea. España irá a peor, dicen.

¿Queremos ser héroes y resistir con tenacidad hasta el límite? Pero, ¿quién marca el límite?

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