La aldaba
Carlos Navarro Antolín
El error de Tellado
Michael Collins y el Risitas se murieron el mismo día, el 28 de abril de 2021. Un día antes se cumplían los quinientos años de la muerte de Magallanes en una estúpida emboscada en las Filipinas que le impidió concluir la increíble odisea de la primera vuelta al mundo. Collins participó en la segunda vuelta al mundo, la llegada del hombre a la Luna en el Apolo 11 en julio de 1969. La profecía de John Fitzgerald Kennedy en 1961, dos años antes de que lo asesinaran. Collins fue el Magallanes de la expedición. No lo mataron lunáticos guerreros, pero se quedó sin la gloria de poner los pies en la Luna, que debía ser lo más parecido a desembarcar en Sanlúcar de Barrameda tres años después de tanta fatiga de bitácora. En la Luna, se quedó sin la miel. Buzz Aldrin y Neil Armstrong sí alunizaron. Para ellos, el Apolo 11 fue una nao Victoria que surcaba los cielos, como el Clavileño del Quijote.
En la muerte de Collins, que se fue el mismo día que Risitas, alguien dijo de su angustiosa espera en la nave que desde Adán nadie había estado tan solo. A Juan Joya Borja, credenciales del Risitas, uno también se lo imagina solitario, como Adán y Collins. Su mayor acercamiento a la Luna lo vivió con Jesús Quintero, intérprete de los silencios, hermeneuta de las angustias, que en una de sus empresas, hermanas de sus tribulaciones, como el Maqroll el Gaviero de Álvaro Mutis, transformó el antiguo Luna Park de la Exposición del 29 en Montpensier. Al Risitas, que por fin puso los pies en la Luna, el peaje para llegar al cielo, lo acogieron los hermanos de la Caridad, la hermandad que fundara Miguel Mañara, que se desclasó a sí mismo para ser el más pobre entre los pobres. Hasta la Luna debió llegar la singularidad del personaje. Te imaginas los ecos de esa ametralladora de ingenio surrealista, onomatopéyico, de las risas de Risitas dentro de la nave haciendo creer a los astronautas que eran mensajes emitidos desde ese satélite que cada año decide cuándo tiene que morir el Señor y cuándo resucita.
Collins es de la misma generación de Aldrin y Armstrong. Los tres nacieron en 1930. Pero también es de la generación de Risitas, porque las hemerotecas siempre dirán que se murieron el mismo día. Como les pasó al Yiyo, el torero muerto en Colmenar Viejo en agosto de 1985, y al novelista Manuel Ferrand; a Ignacio Aldecoa con Joaquín Romero Murube, muertos los dos el mismo día del año que el hombre llegó a la Luna; a la tonadillera Juanita Reina con el poeta José Agustín Goytisolo; a Sara Montiel con Margaret Thatcher, una manchega atravesando en molinos de Campo de Criptana el Canal de la Mancha; a Antonio Puerta con Francisco Umbral, muerte pareja el mismo día con la sinonimia de sus apellidos; o a Bergman con Antonioni, sesión continua, que se fueron el 30 de julio de 2007, el mismo día que nació la nieta de mi amigo el muy cinéfilo Zacarías Cotán. La muerte marca de por vida. Más que la cuna, caso de Pablo Iglesias e Isabel Díaz Ayuso, que nacieron el mismo día. Astronautas.
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