La aldaba
Carlos Navarro Antolín
La cochinada de los cubos de enfriar los tanques de cerveza
Importante referencia de monseñor José Ángel Saiz Meneses en la homilía de su toma de posesión como arzobispo de Sevilla a la modernidad líquida, concepto propuesto por el sociólogo polaco Zygmunt Bauman para designar la pérdida de valores y la ausencia de sentido de la existencia.
Destacó "el desafío de la liquidez, porque hemos pasado de una sociedad moderna que buscaba la solidez en los grandes principios, a una posmoderna líquida y voluble". Y propuso: "Ante la desvinculación, la desconfianza y la liquidez de la vida, del mundo y del ser humano, es preciso que demos testimonio del ideal de vida cristiana, con una espiritualidad recia y profunda. Ante la cultura dominante, relativista y subjetivista, ofrecemos la centralidad de la Persona de Jesucristo... Ofrecemos una moral firme y clara que se fundamenta en el amor a Dios y al prójimo, en el respeto absoluto a la persona y a la vida humana, especialmente cuando esa vida es más débil e indefensa… Una Iglesia que se conmueve, que se compadece y se acerca, que afronta las situaciones y aplica los remedios adecuados, que cura las heridas y ofrece calidez al corazón, como Jesús".
Hay muchas urgencias materiales, tan acuciantes tras la crisis originada por la pandemia. Pero también una trágica urgencia de sentido, de roca sobre la que construir la vida para que cuando las aguas se precipiten contra ella no puedan derribarla. No es difícil unir a Bauman con Lucas 6, 47-48. Y con André Malraux, cuyas palabras ofrezco, con toda modestia, al nuevo arzobispo: "Pocas veces han hablado al dolor humano la lengua que podía realmente entender… La fascinación del cristianismo no estuvo antes que nada en el cielo: encontramos menos paraísos que cruces en las primeras pinturas cristianas… Roma, con sus miserables sin esperanzas que morían ante la indiferencia ilimitada de los hombres… Job en el estercolero, pero sin el Señor. El occidente que no osa pasar ante la miseria sin cerrar los ojos no concibe que, para el mendigo, el humillado, el inválido, el esclavo, hubo algo más necesario todavía que el otro mundo: escapar al absurdo y a la soledad del dolor sin esperanza. La primera predicación cristiana en Roma fue invencible porque decía a una esclava, hija de esclavos, que veía morir en vano a su hijo esclavo, nacido en vano: Jesús, hijo de Dios, murió torturado en el Gólgota para que tú no estés sola ante esta agonía".
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