Curiosa situación la que está provocando la actitud de Luis Enrique respecto a su continuidad como seleccionador nacional. Es una situación con sus idas y venidas, ya que el asturiano, Lucho para sus amigos, no sale del laberinto mental en que se halla. Cuando Portugal empató en Heliópolis se daba por seguro que el asturiano haría la maleta tras la cita de Catar, con lo que a la lista de aspirantes se le alegraron las pajarillas.

Dicen que la lista es larga, pero lo cierto es que sólo el nombre de Marcelino ha visto la luz. Y ahí anda el también asturiano sin saber qué toca, si cara o si cruz. Debe ser curiosa su situación, sobre todo viendo cómo lo han ido echando sucesivamente de banquillos de mucho postín. Justificable quizá sólo el cese en el Sevilla, pues pagó cara la eliminación en la previa de UEFA, pero es que de Villarreal, Valencia y Bilbao ha salido a pesar de los números conseguidos.

Es unánime el concepto de buen entrenador que arrastra, pero algo debe faltarle al guiso para que no tenga continuidad. Casi siempre se han debido a causas exógenas sus sucesivos finiquitos, pues si salió de La Cerámica por su inoportuno ánimo al Sporting, de Valencia fue defenestrado por el capricho del oriental que rige Mestalla tras meter al equipo en Champions y ganar la Copa del Rey al Barça de Messi en el Villamarín. Y ahora, también adiós a San Mamés.

Y ahí, compuesto y sin novia, está, esperando a ver qué le dice Luis Enrique a Rubiales. Con todos los banquillos de su nivel ocupados, o se va al extranjero o le toca aguardar a ver qué decide su paisano. Es una situación que ya vivieron muchos aspirantes al atractivo puesto de seleccionador y en situación parecida a la de Marcelino ya estuvo Joaquín Caparrós, que en plena espera se encontró con que Villar optó por Julen Lopetegui. A ver ahora.