Gafas de cerca

Tacho Rufino

jirufino@grupojoly.com

Señora mía

Hasta los más despistados hemos sabido esta semana que Macron tiene unos 25 años menos que su mujer

Las relaciones de amor o sexo entre personas de edad distante siempre han sido objeto de morbo. Sin embargo, mientras que la unión de un hombre con una mujer mucho más joven suele asociarse con un intercambio entre la riqueza o el estatus que aporta él y la juventud física y la posible mejora genética de la descendencia común que aporta ella, las de una mujer mayor con un hombre mucho menor exacerban el retorcimiento de la audiencia. "¿De qué iban a estar Briatore o Trump con la Gregoraci y Melani si no fuera por su poder y su pasta?", nos decimos, no sin fundamento. La desigualdad en la atención y el juicio de estas relaciones pone de los nervios a las y los denunciantes de toda sospecha de machismo. Resulta curioso que no haya una sola canción en mi memoria que hable de una joven con un señor mayor. Lo contrario, a pares: recuerden el Signora mía de un Sandro Giacobbe aún pipiolo, o aquella otra sobre la madre de José que estaba volviendo loco a los hormonas revueltas de El Canto del Loco. La Anne Bancroft de Mrs. Robinson me tuvo fulminado lustros y lustros, he de confesar… claro que no sólo yo hubiera deseado ser el Hoffman recién graduado. Es escaso el cine erótico de tipos ya provectos con jovenzuelas; abunda lo contrario. No juzgamos aquí si todo esto es enfermizo, natural, cultural, edípico o nada de eso y todo a la vez.

Hasta los más despistados hemos sabido esta semana que el nuevo presidente de Francia, Macron, tiene unos 25 años menos que su mujer: 39 frente a los 64 de ella. Se dice que él no da un paso sin su consejo. Todo amor y matrimonio es un intercambio de tangibles e intangibles con contrato más o menos explícito: éste parece un tándem ganador, con clara reciprocidad. Comenzaron su relación cuando ella, su profesora en el cole, tenía 40 y él no había cumplido aún los 16. Tener relaciones sexuales con menores siendo profesor es objeto de prisión en Francia: de esa se libró Brigitte (una mujer aún hermosa, por cierto). Pero su amor no fue flor de un tórrido día en un despacho de profesores: siguen juntos, a pesar de que -Mon dieu!- a él se le ha sacado y quizá inventado una relación con otra persona de su misma edad… y sexo. Todo esto es muy francés; refinado y algo disoluto. Todo esto es a la vez, como decía un redactor jefe de esta casa, desengrasante: pasarse el día hablando del populismo y la corrupción, como que tampoco. A todos de vez en cuando, no lo niegue, nos gusta jugar a cronista del corazón, con mayor o menor carga intelectual y más o menos vocación de locaza.

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