Trinidad Perdiguero

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Sensatez local y "cordones sanitarios"

Partidos teóricamente antagónicos han pactado muchas veces en la administración más cercana a los ciudadanos

Los políticos que han arrancado su trayectoria en los ayuntamientos suelen explicar que éstos son la escuela más intensiva para un representante público. Es ahí donde, sin solución de continuidad, los discursos deben llevarse a efecto y ante errores o excusas -la administración es lenta, el problema compete a otros...-, el alcalde se enfrenta no ya al reproche en las urnas, sino al comentario de sus vecinos, en el bar, a la entrada del colegio, en la calle. Salvo en ciudades grandes, no necesita encuestas para medir cómo se valora la gestión.

Y es llamativo que, en ese contexto en el que la política es necesariamente más práctica, se hayan cerrado tantas veces acuerdos entre partidos aparentemente antagónicos para lograr la estabilidad que necesita una administración (los bloqueos son nefastos), o bien para propiciar cambios después de años de gobierno monocolor o para apartar a alcaldes cuestionados. Los partidos los han justificado aludiendo a que había algo superior, un objetivo por encima de la ideología que les hacía entenderse.

El PSOE llegó a firmar con el PP una moción de censura hace años, en Salteras, contra un alcalde condenado por malos tratos. El PP se apoyó en 2011 en concejales de IU para acceder a la Alcaldía de Herrera, su isla en la Sierra Sur. El delegado de la Junta en Sevilla, Ricardo Sánchez, uno de los pocos apoyos que tuvo desde el principio en la provincia Pablo Casado, fue alcalde por primera vez en Mairena del Alcor con IU y el PA. IU se ha apoyado en el PP para gobernar en Carmona o en El Viso, en distintas etapas. Hay más ejemplos.

El que hayan funcionado o no esos gobiernos no ha dependido del color, sino de que al frente hayan estado personas sensatas, capaces de entenderse en lo esencial y explicarlo. Los vecinos lo han valorado cuando la gestión ha sido buena. El partido que está en la Alcaldía suele salir reforzado.

Ello viene a colación de los "cordones sanitarios" que se anuncian para las elecciones que tenemos por delante y que, de mantenerse, llevan a una política de bloques o de placas tectónicas que, en su símil geológico, no son más que una grieta que nos aboca al terremoto o a que por ella nacionalismos y partidos extremos alcancen más influencia de la que les dan las urnas.

Se dice que es una cuestión de estrategia, que los partidos que los lanzan -el último ha sido Cs, pero no es el único- atienden a encuestas que alertan de la pérdida de votos si no se posicionan. Será así, seguramente. Aunque no deja de ser paradójico que sea el sentir de una sociedad que ha puesto fin al bipartidismo y que creyó que los nuevos partidos venían a abrir terceras vías y no a cavar trincheras.

Como ocurre muchas veces en la política local -la más cercana a los problemas de los ciudadanos- nuestros representantes no deberían tener complejos en decir que van a hablar y a buscar el diálogo y los ciudadanos deberíamos valorarlo y exigirlo. Al fin y al cabo, es lo que muchos admiran de la conservadora Angela Merkel y de su gobierno con los socialdemócratas en Alemania. Sentido práctico.

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