Trinidad Perdiguero

Coronavirus en la sierra

Algunas casas de vacaciones de la Sierra Morena se han llenado estos días con vecinos de Madrid y Sevilla, a pesar de los problemas de las telecomunicaciones en la comarca

18 de marzo 2020 - 02:31

En estos días extraños, de noticias vertiginosas y silencio en las avenidas -en las que pareciera que la hierba está a punto de abrirse camino por grietas de las que no nos habíamos percatado-, internet se ha convertido en la ventana definitiva. Nos pesan las paredes de la casa y los pasos contados y la pantalla es el hilo que nos conecta con los compañeros, nos permite ver y oír a los abuelos a los que no abrazamos, es el aula escolar, una de las pocas formas posibles de trabajo, el medio para cualquier trámite...

Pienso en ello y en cómo sería este estado de alarma sin esa red tras haberla conocido y me acuerdo, no de quienes advierten ya de su saturación en las grandes ciudades, sino de la lucha que, con desigual seguimiento, emprendieron los alcaldes de la Sierra Morena de Sevilla -antes de que el Covid-19 arrasara con cualquier otro asunto de actualidad local- por el lamentable estado de sus infraestructuras de electricidad, telefonía móvil e internet, en condiciones normales y después de un rosario de apagones y de caídas de los sistemas que deslucieron incluso las fiestas navideñas.

Me cuentan que en estos días no ha habido incidencias, aunque los vecinos miran con recelo las borrascas que se aproximan. A los diez pueblos del Parque Natural de la Sierra Norte también han llegado, con menos intensidad que en la costa, personas procedentes de Madrid y de la ciudad de Sevilla que cuentan con viviendas de segunda residencia. El alcalde de Cazalla señala que otros llamaron antes para cerciorarse de si podrían salir al campo pese al confinamiento. Se les dejó claro que no. Los que viajaron están encerrados y, como todos, pendientes de sus pantallas, con la ventaja de que al alzar la vista luce el paisaje.

También en la Sierra Norte, las redes sociales se han convertido en una forma de comunicación en poblaciones dispersas, envejecidas y en las que muchos hijos están lejos -¿tal vez habría que escribir con "riesgo de despoblación" para que suscitara más interés?-. El teletrabajo se ha tenido que implantar en los ayuntamientos y los escolares usan el iPasen o los grupos de whatsapp para seguir sus clases.

Como todo, las actuaciones que se anunciaron para paliar el déficit de infraestructuras han quedado en suspenso, como las mesas de trabajo y las reuniones para concretar otras medidas adicionales a los telemandos para detectar la averías a distancia o el cierre del anillo internet, ya presupuestados. La Diputación empezó a trabajar en un plan de emergencia digital en caso de caídas generalizadas de la red, muy necesario.

Por el papel que están teniendo en estos días y por la vida de los vecinos y de las empresas que apuestan por estos territorios todo el año, sus telecomunicaciones no deberían estar entre los asuntos que se caigan de lista de prioridades cuando todo esto pase. De hecho, el problema debía haberse solucionado antes. Aunque tal vez como en la crisis del coronavirus -que nos llegó sin oírla entre tanto ruido- han sobrado relatores y han faltado peritos.

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