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Las dos orillas

josé Joaquín / león /

De las 'Setas' a la Alameda

Aveces una idea buena se puede torcer por un desarrollo equivocado. Eso le pasó a Alfredo Sánchez Monteseirín con la reforma de la plaza de la Encarnación y la Alameda de Hércules. Fue un desarrollo equivocado, porque se cargó la estética de dos lugares emblemáticos del casco antiguo de Sevilla, a los que dejó con muy mal arreglo para las generaciones venideras. Enmendar esos entuertos no es tan fácil. Pero la idea, en su origen, era buena. Pretendía revitalizar la zona norte del casco antiguo, que es como el pariente pobre de la Sevilla histórica, frente a una zona sur muy favorecida para el turismo.

La división es clara. Si trazamos una raya imaginaria que divida el centro histórico desde la Puerta Osario, a través de San Pedro, Imagen, Encarnación, Laraña, Campana, Duque Alfonso XII, Plaza del Museo, Puerta Real a su templo, nos encontraremos con un trazado que debía ser el de la línea de Metro que lleve hasta Triana. Pero también comprobamos que la mitad que se queda hacia la Avenida y la Puerta Jerez concentra la carrera oficial de los principales monumentos de Sevilla, los más visitados por el turismo. Y no sólo están la Catedral y el Alcázar, sino también la zona comercial, la zona bancaria y económica, hasta la zona política, con el Ayuntamiento. Ahí está la Sevilla que pasa por ser Sevilla, se podría decir.

Sin embargo, en la otra mitad, en esa zona Norte que iría desde la Encarnación y el Duque hacia la Alameda, la calle Feria y las murallas, aparte de encontrarnos dos basílicas, con la Madre de Dios en la Macarena y con el Señor de Sevilla en San Lorenzo, está la zona menos frecuentada del casco antiguo. Eso no impide que haya monumentos excepcionales, casi todos de origen religioso (incluso los que ahora no lo son, como Santa Clara o San Luis), que en cualquier ciudad estarían mejor considerados. Revitalizar esa zona era conveniente, pero se eligió un desarrollo equivocado, con las Setas y la Nueva Alameda.

Hay diversas iniciativas en marcha para potenciar la zona norte, como se está intentando con los comercios de Regina. Cuando se callejea por allí, se comprueba que aún sobrevive un ambiente tradicional, quizá por haber sufrido menos presión inmobiliaria. Esa Sevilla tiene rincones que son como diamantes en bruto. Necesita una reinvención, pero que sea en sentido contrario a lo que reinventó Monteseirín en la Encarnación y la Alameda.

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