TRÁFICO Cuatro jóvenes hospitalizados en Sevilla tras un accidente de tráfico

¡Oh, Fabio!

Luis Sánchez-Moliní

lmolini@grupojoly.com

Sevilla, capital de España

Serrano Suñer llegó a proponer Sevilla como capital del país frente al Madrid comunista

Alguien debería escribir un libro sobre Sevilla como el Madrid de Andrés Trapiello. Un libro completamente prosaico, sin esos arranques poetisos a los que somos tan aficionados los aborígenes cuando narramos nuestra ciudad ni la acidez de los punkis de salón, siempre dispuestos a epatar a los hispalenses más exaltados; un libro, en suma, redactado con el cariño desganado de Azorín a las cosas viejas y el hermoso desaliño estilístico de Baroja. Los dos escritores, junto a Maeztu, pasearon sin descanso por los barrios más manchegos de la Corte y fundaron el 98. Sin embargo, aquí, cuando se reúnen tres letraheridos sale un soneto, o peor aún, un tomo de prosas idealistas. Perdemos aceite lírico. En esto, como en casi todo, no hay inocentes.

En el libro de Trapiello nos enteramos de algo curioso: Ramón Serrano Suñer, el factótum del primer franquismo, llegó a proponer Sevilla como capital de España en sustitución de Madrid. Las causas tienen que ver con lo que Fernando Castillo explicó en un artículo hace no mucho en estas páginas: Madridgrado se había convertido en el símbolo de la chusma roja y los paseos milicianos, en la Babilonia comunista. Franco llegó a llevar la propuesta de su cuñadísimo al consejo de ministros y la respuesta fue unánime: "Pero hombre, Serrano, si lo que está esperando todo el mundo es volver a Madrid". A continuación todos se fueron a Chicote a meterse entre pecho y espalda un par de Negronis. A eso le llaman la gran ciudad.

¿Cómo le hubiese ido a Sevilla como capital de la nación? Cuando fue corte de Castilla sacamos en claro la mejor parte del Alcázar y algunas leyendas góticas y sicalípticas. Luego, con Felipe V, como centro de la nueva dinastía borbónica, en el llamado lustro real, apenas dio para un barniz de afrancesamiento y algún que otro edificio de inflada vanidad. Es difícil saber cómo nos habría ido, pero tenemos ese sucedáneo que es ser capital de la autonomía, aunque con la boquita chica. Ser cabeza pura de Andalucía apenas nos sirvió para un prometedor arranque en los primeros años del autogobierno que luego se fue desinflando. Pero hoy no nos es útil para casi nada: ni para la red de Metro, ni los túneles de la SE-40, ni la conexión ferroviaria entre Santa Justa y el Aeropuerto...

Probablemente fue una suerte que la idea de Serrano Suñer se la tomasen a chota los ministros de Franco, aunque eso no nos libró de los males de las urbes modernas: atascos, contaminación, precios altos… Sobre todo nos hubiese quitado el placer de viajar a Madrid para darnos un baño de cosmopolitismo y luego regresar, ya cansados de tanto spleen, a nuestras cosas, a nuestra lírica y a nuestras rutinas turdetanas. El paraíso o el infierno, según guste.

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