TIEMPO El tiempo en Sevilla pega un giro radical y vuelve a traer lluvias

Manuel j. lombardo

Crítico de Cine

Sevilla, sin discos

Hace 30 años, Sevilla ofrecía numerosas tiendas de discos; hoy apenas queda alguna

Cada cual tiene su Sevilla perdida, su Sevilla que se fue: la de los cafés y bares de toda la vida, la de los teatros, discotecas y cines antiguos, la de las tiendas y comercios tradicionales, la de los árboles, las farolas o los azulejos desaparecidos. Posiblemente no haya tema más sevillano que el de la nostalgia de una ciudad inmutable anclada en la infancia y la juventud.

Para los que llegamos crecidos de fuera, hace justo ahora 30 años, Sevilla ofrecía salas de cine en versión original, festivales con sesiones golfas de madrugada, conciertos de bandas que nunca hubieran pisado Jaén y también tiendas de discos, pequeños paraísos para el deambular del estudiante emancipado que administraba la paga mensual entre desavíos, bares de menú, libros, vhs, vinilos y compactos.

Desde los primeros noventa uno acudía feliz y a tiempo perdido (preferiblemente sin compañía, hay placeres intrínsecamente solitarios) a Sevilla Rock, en la calle Alfonso XII; a Discos Burial, en la calle Águilas; a Record Sevilla, en Amor de Dios, aún en pie y con buena salud; a Discos La Pera, en Doctor Letamendi; a Latimore, templo del vinilo y la memorabilia rock; a Don Cecilio, en la calle Castilla; a Tipo, en Trajano; a Casa Damas, en Sierpes y Asunción, o a Sonanta, en el Pasaje Los Azahares. Y cómo no, uno iba también y sin demasiados prejuicios a El Corte Inglés, especialmente en periodo de rebajas o a la caza de series medias. Año a año, su amplia sección de discos ha ido empequeñeciéndose casi hasta lo insignificante, acorralada ya por estantes de paquetes de experiencias.

Llegó después el breve espejismo cosmopolita de Virgin Records en Sierpes, la fugaz aunque selecta sección de discos de la librería Beta de Hernando del Pulgar, la oficina-tienda de Green Ufos en Correduría, y también el rincón del melómano clásico de Allegro, en Dos de Mayo, que tampoco aguantó la crisis a pesar de su exclusiva clientela. Ávidos de batir CD y llenarnos de polvo las yemas de los dedos, llegamos a ir incluso a los confines de Nervión para comprar en un almacén con venta al público (calle Cardenal Lluch) y en una de esas tiendas de compra-venta Daily-Price que siempre escondían alguna sorpresa en su riguroso desorden alfabético.

En plena transformación digital y crisis del sector, la apertura de la FNAC en la Avenida de la Constitución trajo ilusión renovada al viejo comprador en formato físico y, aunque decepcionante en cantidad y variedad respecto a sus hermanas mayores españolas y francesas, nos ha tenido medianamente entretenidos entre novedades, bandas sonoras y promociones. Pero la FNAC del centro también cierra para dar paso a un hotel boutique y traslada una exigua, ridícula, parte de su fondo al nuevo local en Torre Sevilla, pensado ya para el paseante textil o el turista incauto. Y con el cierre, se nos cae otro aliciente más para echar la tarde por el centro. Mientras tanto, en su rancho de Nuevo México, Jeff Bezos se frota las manos completamente ajeno a nuestra nostalgia.

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