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josé Antonio / carrizosa

¿Sevilla se mueve?

Q UIÉN está pensando en la Sevilla de los próximos 20 años? La más que oportuna pregunta lanzada como un reto por la Iniciativa Sevilla Abierta ha dado lugar a un ciclo de debates en los que se reflexiona sobre los desafíos de la ciudad para su futuro más inmediato. Pero más allá de las conclusiones a las que se llegue, ya se están aportando elementos de juicio muy valiosos, conviene saludar una propuesta de estas características porque demuestra que en Sevilla hay gente dispuesta a moverse y hacer lo que esté en su mano para sacudir a la ciudad de la modorra complaciente en la que una y otra vez parece recrearse. Que Sevilla tiene problemas endémicos que la acompañan desde hace décadas y que a ellos se han sumado otros nuevos en los últimos años de la crisis es una obviedad que no merece más comentario. Pero también es una realidad que tiene potencialidades que teóricamente la colocan en un lugar ventajoso si sabe aprovecharlas. Identificarlas y ponerlas en práctica es una responsabilidad que atañe a sus gobernantes -locales, regionales y nacionales-, pero no sólo a ellos. También a la parte más consciente y preparada de sus ciudadanos que tradicionalmente han tenido una actitud pasiva en una ciudad cada más cautiva de sus tradiciones y de su secular ensimismamiento.

¿Dónde están esos ciudadanos capaces de movilizar a la opinión pública y formular propuestas, al margen de los desgastados partidos políticos, sindicatos o patronales? Pues seguro que en todos los estamentos sevillanos, pero sobre todo en torno al mundo de los profesionales y de la universidad. Si por algo se ha caracterizado la Sevilla de las últimas tres o cuatro décadas ha sido precisamente por la falta de ese sector pujante que se ha dado en llamar sociedad civil y que en otros lugares de España, piénsese en Cataluña o Madrid pero también en sitios más cercanos como Málaga, ha tenido un protagonismo y un dinamismo que aquí han brillado por su ausencia. La tradicional falta de vida empresarial y el deterioro que sufre la universidad a partir de la década de los 80 han contribuido poderosamente a adormecer a una ciudad que sólo se despertará cuando se pongan en marcha iniciativas que se alejen de los intereses políticos cortoplacistas que muchas veces representan los partidos. Soluciones, en definitiva, que partan del mundo real y que se dirijan a solucionar problemas reales.

Sevilla Abierta tiene que ver con todo esto y aunque ahora pueda parecer un empeño casi quijotesco es un paso que hay que apreciar. La reflexión sobre el futuro de la ciudad es especialmente necesaria cuando se empiezan a ver síntomas de que lo peor de la crisis se está quedando atrás y de que la recuperación puede pasarnos de largo. Los datos de paro que se han dado a conocer esta semana son muy alarmantes: mientras en España e incluso en el conjunto de Andalucía se empieza a ver una tímida creación de empleo, en Sevilla todavía se destruyen puestos de trabajo. ¿Estamos condenados a quedarnos otra vez en el furgón de cola y a no aprovechar las oportunidades, o por el contrario esta vez Sevilla está dispuesta a moverse? La respuesta no va tardar mucho en hacerse evidente, para bien o para mal.

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