Decíamos antier, parafraseando a Vujadin Boskov, que fútbol es fútbol porque venía a cuento de lo sucedido en Heliópolis para acarrearle el primer disgusto del curso a la numerosa clientela verde, blanca y verde. Y viene a cuento para discernir lo ofrecido por el Sevilla en su debut liguero. Fútbol en estado puro es lo que salió por las botas de los hombres que Machín utilizó para empezar la competición de la mejor forma posible.

Todo fútbol, o modo de emplearse, es válido siempre y cuando acabe en victoria. El fútbol consiste en ganar, lo demás es venta de humo, y el Sevilla apeló a una fórmula tan antigua como el propio fútbol. Una fórmula basada en el orden, las aperturas a banda y una verticalidad que propiciaba acabar cada proyecto. De esa forma tan simple, con dos bandas que horadaban los flancos enemigos como cuchillo caliente en bloque de mantequilla, el Sevilla arrancó de cine.

Me gustó el Sevilla, claro que sí, en su estreno liguero pero no me sorprendió. Me gustó ya en su colisión con el Barça, al que se enfrentó con prudencia y agresividad a un tiempo. Aquella noche faltó gol, pero no ocasiones de hacerlos, lo que se subsanó en Lituania primero y en Vallecas después. Si acaso, un pero a este Sevilla. No me parece fiable su defensa por el centro y si no hubiera sido por el VAR el partido se le habría puesto cuesta arriba antes de empezar a sudar.

Lo que se vio en Vallecas ofrece mucho pie a la esperanza, lo que se hará realidad no más se sincronice el sistema defensivo con los que están o con los que lleguen. Pero hay que hacer hincapié en que los modos que propone Machín me parecen muy adecuados en aras de la efectividad. Fútbol es fútbol pregonaba Boskov en las tardes negras y fútbol es fútbol de verdad el que lució el Sevilla en la calurosa atardecida vallecana. Si eso no es flor de un día, buenos tiempos se avecinan.