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Sevilla en Sevilla

Minusvaloramos el oro del tiempo, la perseverancia en una vocación y el poder salvífico del sentido del humor

Cuenta el poeta de Arcos Pedro Sevilla en sus memorias El amor es ahora (Canto y Cuento, 2019) su primera lectura pública en la homónima capital. Fueron los jóvenes poetas de su pueblo en un coche con gran ilusión a consagrarse leyendo en la gran ciudad, pero cuando Pedro salió al atril no le salía la voz del cuerpo. Dijo: "Zoy Pedro Zevilla y voy a leé unos poemah, zi pueo". A los sevillanos, vaya usted a saber por qué, les hizo mucha gracia el ceceo. En realidad, lo que tenía gracia, pero de la otra, de la santificante, era ese reconocimiento maravilloso de temor reverencial. Leería "si podía".

Pensé dedicarle un artículo al suceso, porque ésa es la actitud: hacer cuanto se pueda, hasta el extremo de que ya no se pueda. Luego me puse a escribir de política, y se me fue el santo al cielo.

El miércoles pasado, sin embargo, Lutgardo García e Ignacio Trujillo nos convocaron a muchos poetas amigos de Aquilino Duque a rendirle un homenaje en el Real Círculo de Labradores de Sevilla. Y allí salió Pedro Ídem, con el mismo ceceo que entonces, pero sin pedir ni una disculpa ni mostrar el menor azoramiento. No sólo pudo leer el espléndido poema de Aquilino, sino que nos dirigió unas palabras llenas de verdad y de orgullo. En un acto emotivo y de enorme calado literario, él brilló con luz propia. Quiso ser representante de tantos poetas y escritores de Arcos como habían tenido amistad con Aquilino Duque: Julio Mariscal, Jesús y José de las Cuevas, etc.

Yo podía lamentar no haber caído en recordar a los poetas portuenses José Luis Tejada, Sordo Lamadrid o Valera Gilabert, que tanto admiraron también a Aquilino; pero estaba distraído admirando a Pedro, y al poema de Aquilino que Pedro leyó a la perfección. Qué arco tan redondo había hecho el poeta desde aquel muchacho de pueblo que apenas pudo leer en Sevilla a este hombre de pueblo que nos emocionaba en Sevilla.

Alguien que me lea, joven o no tanto, estará agobiado porque no puede con todo lo que tiene encima o se ha propuesto. Minusvaloramos el oro del tiempo, la perseverancia en una vocación y el poder salvífico del sentido del humor. Esto es una anécdota apenas, pero la poesía completa de Pedro Sevilla también dibuja esa línea ascendente sin renegar de nada de lo que fue y de lo que escribió, sino acendrándolo más y más. Aquilino, que también metió su vida en una alquitara y nos la destiló gota a gota, estaría satisfecho.

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