La aldaba

Carlos Navarro Antolín

cnavarro@diariodesevilla.es

Siempre mejor un marido tieso

En Sevilla hay aficionados a Villarejo que siempre anuncian dossieres que luego nadie ve

Los teléfonos inteligentes han sacado al periodista que muchos creen que habita en su interior y al agente del CNI que muchos soñarían ser en algún momento de su vida. En Sevilla tenemos aprendices de Villarejo a punta de pala, aficionados a la confección y distribución de dossieres sobre el prójimo y, por supuesto, fiscales frustrados que vierten sus acusaciones sobre terceros en las redes sociales. Para presentarse a ciertos puestos hay que autoinvestigarse primero. Antes bastaba alegar que se había corrido delante de los grises, que se estuvo en los calabozos de la Gavidia y que se luchó por las libertades. Si quiere dedicarse a la política, examine su pasado. La vida pública es estar sometido al pimpampún. Debe compensar mucho el ejercicio del poder para aguantar lo que soportan algunos. Y algunas como Cospedal, dispuesta a comenzar la mañana contándonos el cuento de la buena pipa, una plática sobre las obligaciones de una secretaria general que raya el patetismo. Las hormigas blancas son una amenaza, siempre hay quien está dispuesto a abrir la cajita para dejarlas correr. Siempre hay un cheff que pregunta cómo quiere la carne el señor. O la señora. En su punto. Poco hecha. O estropeada, que es como yo llamo a la carne del solomillo muy pasada. En Sevilla han corrido dossieres como los linces de Doñana cruzan la carretera del Rocío a Matalascañas. Nadie los ve, pero todo el mundo dice que cruzan. El dossier del urbanismo bajo sospecha, el de las losas de pizarra del entorno de la Catedral, el del banquero que sigue en el escenario, el de las facturas en comilonas de cierto gobierno municipal... La moda no es estar imputado, sino grabado por Villarejo. La nueva Inquisición funciona con grabadoras. No hacen falta torturas dolorosas ni de mal gusto. Sé lo que hablaste hace diez años. Las debilidades humanas se pueden comprender, la política como veneno se puede perdonar, la obsesión por atornillarse al sillón no sorprende a nadie, pero lo peor es que nos tomen por tontos tan temprano. No cuadra eso de recibir a policías en tu despacho de la sede del partido, en compañía de tu marido, para hacer encargos más que dudosos y empleando un lenguaje tabernario que delata una confianza previa. Si es noticia lo que ocurrió en un despacho hace nueve años, algunos deben estar temblando con los gastos realizados hace bastante menos. Las hormigas blancas no prescriben. Al menos el marido de ella no podrá decir que no sabía nada. ¡De eso nos hemos librado esta vez! Si está visto que lo mejor es tener un marido tieso, ¿verdad Susana? Y como los linces. Que no se les ve cruzar.

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