Sombra para ¡¡2025!!

Deberíamos saltar de alegría, pero me pregunto si es tanto el tiempo que se precisa para poner lonas en un puente

Pese al calorín que nos regala la amiga Xenia, hay que encarar el futuro con optimismo. Nada mejor que ponernos a silbar como quien emula el dulce trinar del primer cuclillo del año. Por eso, cara a 2025, uno se pregunta en positivo si tal vez estaremos ya muertos para entonces. Quiero decir que para 2025 puede que haya quien no consiga ver en vida los ansiados toldos de sombra que están previstos que se coloquen en los puentes y pasarelas de Sevilla.

Por lo que hemos sabido, Urbanismo ha concedido a la empresa Ayesa la colocación de toldos en doce puentes. Se instalarán previo estudio de sus estructuras y se propondrá, a partir de un cónclave de expertos técnicos, toda una miríada de alternativas. Deberíamos saltar de alegría. Pero nos reprimimos. Lo que debiera ser un grato heraldo noticioso no es más que una engañifa y otro imperial triunfo de la burocracia. Lastimosamente, uno no nació con vocación de ingeniero de puentes, minas y toldos. Pero eso me pregunto si es tanto el tiempo que se precisa para poner lonas en un puente. Se entendería si el proyecto consistiera en colocar kilómetros y kilómetros de sofisticadas pérgolas futuristas en los desiertos de Atacama o de Tabernas. Pero se ve que dar algo de sombra en unos puentes del montón conlleva unas catas que ni siquiera se hicieron para perforar los intestinos del Bósforo en Estambul. No duda uno ni del peritaje ni de la diligencia de Ayesa. Pero el Ayuntamiento debe imponer el dinosaurio como animal de compañía: la burocracia.

Volviendo a la esperanza, en 2025 es posible que estemos ya muertos (real o figuradamente). Sea como sea la Gerencia de Urbanismo nos está matando ya de antemano al refocilarse en sus cálculos y tramitaciones. Las olas de calor con nombres propios (todo empezó con Zoe) nos ofrecen hoy por hoy un cuadro de lo más porvenirista. El futuro será todo de color dióxido de azufre. Por eso morir a tiempo podría ser una estupenda elección. Algo parecido contaba Julio Camba en La ciudad automática sobre los anuncios de funerarias que veía en los periódicos de aquel New York de 1932 (“¿Para qué vivir cuando podemos organizarle un funeral maravilloso?”).

La CHG asegura que vivimos la peor sequía desde 1970. Nostalgia de la sed, viaje al manantial reseco. Después llegamos los niños ochenteros. Sufrimos cortes de suministro y traumas al ver cómo salía el agua parduzca y cloacal del grifo (desde entonces la botella de Fontvella nos acompaña cual querida mascota). Tendremos, pues, sombra para el verano de 2025. Pero para entonces más de uno se hallará bajo la sombra eterna de la parra.

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