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Las dos orillas

josé Joaquín / león

Sublevación en Cataluña

ENTRE que los tanques salgan a las calles (como pretenden algunos) y que el pueblo catalán levante barricadas para defender a su nuevo Estado (como plantean otros), debe quedar un espacio amplio para la democracia y la legalidad. Después de que el Parlamento catalán, con los votos independentistas de Convergència, ERC y la CUP, haya aprobado una resolución ilegal unilateral, llegará la respuesta de recurrir al Tribunal Constitucional. El Gobierno de Rajoy sabe que tiene el apoyo del PSOE y de Ciudadanos, como han dejado claro Pedro Sánchez y Albert Rivera, lo que supone la representación de una gran mayoría de los españoles.

La sublevación vendría después, con la desobediencia al Tribunal Constitucional. Entonces no se sabe qué pasaría, porque no depende sólo del Estado de Derecho, también de quienes lo desafían. Según hasta donde llegue ese desafío, serán las consecuencias. Hay que tener en cuenta que Artur Mas vive en la desesperación, sabe que su final político es irreversible en un plazo no muy lejano. Eso aumenta el riesgo de que elija el papel de los dementes que soñaron con ser héroes, aunque termine mal.

Éste es el reto más difícil que afronta la democracia española desde aquel 23-F de Tejero. Los aficionados a la memoria histórica saben que existe un precedente en la Revolución de 1934, que fue como un golpe de Estado contra la Segunda República. Antes, en 1931, Francesc Maciá ya había proclamado una República Catalana. Tras un acuerdo, sólo duró tres días.

Los detalles de 1934 son conocidos. En Cataluña, el presidente de la Generalitat, Lluís Companys, de ERC, proclamó el Estado Catalán, si bien dentro de una República Federal española. ¿Cuál fue la respuesta de la República legítima, que asumía el orden legal de entonces? Fue declarado el estado de guerra, con intervención del Ejército. Fue detenido Companys, algunos huyeron al exilio, y hubo más de 40 muertos en los altercados. Aparte de eso, se suspendió la autonomía catalana y fue nombrado un Consell de la Generalitat, con catalanistas moderados. Antes de que pasaran dos años, empezó la Guerra Civil de 1936.

Por supuesto, éste no es el escenario ideal para el siglo XXI, sino al contrario. Tenemos otra España y otra Cataluña. Pero algunos han empezado por el mismo camino. Y puede que no sea por casualidad, sino porque van buscando la misma locura. Es el momento de tener inteligencia y unidad para que no consigan su objetivo.

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