La aldaba

Carlos Navarro Antolín

cnavarro@diariodesevilla.es

El Tremendo ya exhibe brotes verdes

Del grupo de tabernas mínimas sólo nos falta la reapertura de la cervecería de Santa Catalina para alcanzar la normalidad

El Tremendo ya exhibe brotes verdes

El Tremendo ya exhibe brotes verdes

Oasis en el recorrido de regreso a casa de tantos sevillanos que como el maestro Ruesga Bono paraban unos minutos para tomar dos cervezas, que hay un tipo muy definido de sevillano que no necesita tapa ni compañía para tomarse la Cruzcampo de cada día. Santuario de peregrinación para mediodías largos y noches de espumas blancas. Modelo de éxito que acoge masas en recintos pequeños porque su salón es la calle y que genera hasta su industria auxiliar de vendedores ambulantes. El Tremendo se ha pasado meses con la verja echada sin que sepamos nada de su reapertura. Si la calle Sierpes no fue Sierpes hasta que abrió Ochoa, Santa Catalina está coja con el Rinconcillo abierto, el templo restaurado y el Tremendo cerrado.

En una ciudad que tiene a los bares como instituciones, huelga explicar la importancia de que las fuerzas vivas de la hostelería estén en plenitud, esas tabernas que nunca fallan, donde no hay tonterías ni chuminás, no hay clientes sino parroquianos, donde los camareros atienden rápido y sin parafernalias. Ayer, por fin, apareció una puerta abierta en el Tremendo, una vía de esperanza para quienes llevan meses a la espera de recuperar esa normalidad que consiste en beber cerveza en la calle como siempre se ha hecho en esta ciudad sin mayores problemas. El rumor corrió por los corrillos de las redes sociales. El Tremendo abrirá de nuevo. Pronto veremos funcionar este estandarte del género de tabernas mínimas de la ciudad a las que las restricciones de aforo han hecho trizas. Peregil, El Jota, Cateca, la Fresquita, las cervecerías del Salvador, Coronado, Blanco Cerrillo... Aquí el personal pregunta antes cuándo abrirá El Tremendo que la fecha en que dejaremos de llevar mascarillas al aire libre. Estamos hechos para vivir en la calle, beber y comer en la calle (no confundan con el vandalismo y la botellona), convivir en la calle.

El clima hace al sevillano. Recibimos en los bares y en la caseta antes que en casa. Nos gusta la calle siempre que haya cerca un bar de guardia cuanto más pequeño mejor, con esos retretes donde literalmente no se cabe y no hace falta echar el pestillo porque usted mismo bloquea cualquier posibilidad de apertura de la puerta y donde es menester que no apriete el botón de la cisterna hasta que se haya asegurado una evacuación rápida del habitáculo. Cuanto más pequeño el bar, más nos gusta. Para entrar, pedir y salir. Sólo cuando se formen los corrillos en torno al Tremendo habremos recuperado de verdad la normalidad de siempre, la que nos gusta. Y entonces sí estaremos cerca de celebrar no ya una Semana Santa, sino esas ferias de horas y horas en las trastiendas de las casetas.

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