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¡Oh, Fabio!

Luis Sánchez-Moliní

lmolini@grupojoly.com

Última cerveza con Rafa Zapatero

Nuestra amistad, tan sevillana, consistía en eso, en tragar espuma y hablar del ancho mundo

Rafa Zapatero, en una imagen reciente.

Rafa Zapatero, en una imagen reciente.

LA noticia de la muerte del pintor Rafa Zapatero me llegó en el más coherente de los escenarios posibles: entre cervezas y amigos. Al fin y al cabo, el cemento de nuestra breve amistad fraguó en un par de garitos de El Porvenir, bebiendo cruzcampos y hablando de todo aquello que saltare. Durante un par de años, junto al también pintor Javier Buzón, habíamos constituido una especie de casinillo con sede principal en el bar La Alternativa, donde además de tomar el sol en invierno y la sombra en verano, charloteábamos de esas cosas que hacen llevadera la espera de la parca: los viejos tiempos, la ciudad, la política, el periodismo, los conocidos, los libros, la mujer y, sobre todo, la pintura. Porque Zapatero, hombre de genealogía leonesa que abominaba de su vago parentesco con el homónimo expresidente, amaba profundamente la pintura y, para un lego en la materia como el arribafirmante, era un placer escuchar las discusiones sobre la materia entre él y Javier Buzón. A veces, ni que decir tiene, tales duelos dialécticos adquirían un cierto aire cebolleta que los hacía aún más divertidos.

La presencia casi absoluta de la cerveza hace del aperitivo sevillano una actividad de alma proletaria, poco que ver con esos elegantes piscolabis con Paul Ricard o vinos generosos propios de balnearios y gentlemen’s clubs. Y algo de obreros conspiradores teníamos aquellos tres cuerpos parlanchines en La Alternativa, aunque a Rafa Zapatero le asomaba siempre un tono señorito y mundano cuando hablaba de la historia de la aviación (a la que tan ligado estaba sentimentalmente) o de las ciudades en las que había vivido: Roma, Madrid, Ronda, París... Muchas veces lo hacía blandiendo un gran cigarro puro, propio de un diputado lerrouxista, que fumaba a grandes caladas y (sospecho) clandestinamente. Como casi todos los hombres del sur, Rafa Zapatero era nostálgico y evocador, y le gustaba hablar de su infancia en la fábrica de CASA de Tablada, donde su padre era ingeniero aeronáutico, cuando el actual campo de la feria era un feraz maizal.Nunca quedé a cenar con Rafa Zapatero, ni a ver una exposición, ni siquiera a dar un paseo. Tampoco compartimos confidencias ni hablamos de los problemas de la vida. Nuestra amistad, tan sevillana, consistía en eso, en tragar espuma y hablar del ancho mundo. Después cada uno para su casa y Dios en la de todos. Para levantar acta de aquellos encuentros entre sombras escribo hoy esta columna, que aspira a ser una última cerveza del trío Rafael Zapatero, Javier Buzón y mesié.

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