Alto y claro

José Antonio Carrizosa

jacarrizosa@grupojoly.com

La aljofifa

La pregunta pertinente es por qué el alcalde ha dejado que la cuestión de la limpieza pública se pudra

No podrá decir Juan Espadas que no estaba avisado. Desde estas mismas páginas, por supuesto, pero también desde muchas instancias de la ciudad y desde la calle se venía hablando de lo sucia que está Sevilla y de la falta de respuesta del Ayuntamiento a una de esas cuestiones que de verdad definen una gestión municipal. Pasado el ruido de las elecciones y con el gobierno local ya asentado, la limpieza se ha convertido en el talón de Aquiles del segundo mandato del alcalde. Más allá de que la cuestión -faltaría más- se utilice por la oposición para desgastar al alcalde, Espadas tiene ahí un reto que le puede amargar los próximos meses y que puede ensombrecer otros aspectos de su gestión abiertamente positivos para la ciudad.

Es cierto también que la oposición sobreactúa. Fotos como la del portavoz del PP, Beltrán Pérez con la aljofifa -preciosa palabra en desuso desde hace décadas- sacándole brillo a una loseta de la Plaza Nueva son una forma chusca y barata de llamar la atención, algo de lo que en estos momentos los populares de Sevilla, abducidos por el poder que emana desde San Telmo, están muy necesitados. Pero haría mal el alcalde en pensar que aquí se está sólo ante una estrategia política para erosionarlo. Puede que también haya algo de eso, pero lo fundamental es que se trata de un problema real que perciben los ciudadanos en su día a día y ante el que el Ayuntamiento lleva demasiado tiempo demostrando inoperancia. Un problema, por otra parte, que otras ciudades han sabido resolver a pesar de que sus ciudadanos no deben ser más cuidadosos que los nuestros.

Parece que la limpieza de las calles se le ha atragantado al gobierno municipal. Otra cuestión que también llama la atención es la de la regulación de los taxis y que se sigan permitiendo abusos como los que se producen en el aeropuerto de San Pablo. En ambos casos no parece que pedir una solución sea una quimera. El Ayuntamiento tiene en sus manos los resortes y las competencias para encauzarlos y que dejen de ser rémoras que lastren la imagen del alcalde y de su equipo.

La pregunta pertinente es por qué se deja que una cuestión tan sensible como la de la limpieza pública se deja pudrir -nunca mejor dicho- hasta alcanzar la dimensión que ha logrado en las últimas semanas. Tanto si se trata de una cuestión de organización de los recursos humanos y técnicos con los que cuenta Lipasam como si es un problema presupuestario, el gobierno local debería darle carácter de urgencia y ponerse ya a solucionarlo. Aunque sea con la aljofifa en la mano.

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