De la batalla cultural a la científica

02 de octubre 2025 - 03:10

Me considero un hombre chapado a la antigua. Eso tiene sus obligaciones. Por ejemplo, cuando tengo una molestia o enfermedad acudo al médico y le hago más o menos caso. No al presidente de los EEUU o a un gurú de la medicina alternativa, sino al doctor de toda la vida, con su bata blanca y su título de licenciado firmado por el Rey de España. En mis tiempos juveniles, la llamada “medicina convencional” (es decir, la científica, la fetén, la que salva vidas) solo era puesta en cuestión por los perroflautas y los aprendices de brujo. En general, el pueblo soberano, fuese de derechas o izquierdas, confiaba en los doctores y respetaba su criterio. Hoy, sin embargo, cualquier lego se considera en posesión de la “verdad científica”, aunque no sepa distinguir el potasio del iridio, quizás porque sus fuentes no son las revistas Nature o Science, sino el verbo de sus líderes políticos y mediáticos. De la batalla cultural a la científica.

El inagotable Donald Trump ha recomendado a las mujeres embarazadas no tomar paracetamol por el peligro de que sus hijos nazcan autistas, una opinión que no tiene ninguna base médica. En la derecha protestante norteamericana siempre ha existido una pulsión anticientífica que se ejemplifica en el creacionismo o el terraplanismo. El problema es si estas corrientes, en plena efervescencia, van a contaminar a Europa y España. La derecha española ha respetado tradicionalmente a los profesionales de cualquier especialidad. En gran parte porque sus cuadros siempre se han nutrido de ellos. Además, su base católica, desde Teilhard de Chardin, no siente ningún choque entre la ciencia y sus creencias religiosas. Pero son muchas las tentaciones de copiar el incomprensiblemente exitoso modelo Trump. Esperemos que a ningún lumbreras se le ocurra jugar a los médicos.

A la izquierda, desde Saint-Simon en adelante (y no digamos durante su larga y polvorienta etapa marxista), siempre le gustó presumir de científica. Millones de personas murieron creyendo que la lucha de clases era una ley natural que explicaba el devenir humano como la gravedad el movimiento de los planetas. En la actualidad postmarxista, este cientifismo politizado está mucho más atomizado y lo vemos en cuestiones como la ideología de género, la energía atómica o el negacionismo económico con los que intentan justificar sus dogmas de fe.

En el futuro, muchas de las batallas científicas que contemplamos quedarán como mera ceniza de una época polarizada, de un mundo en crisis que avanzaba a... ya veremos.

stats