En abierto

Francisco José Ortega

Un camino lleno de piruletas

LUIS Fabiano tuvo la despedida que merecía uno de los mejores 9 que jamás hayan residido en Sevilla. Capaz de rematar igual de bien con el pie izquierdo que con el derecho, el suyo natural, con un salto impresionante para conectar testarazos certeros como aquel indeleble del 1-0 en cierta tarde en Eindhoven, con la velocidad justa para dejar atrás a los rivales y vivir al límite del fuera de juego, con el fútbol suficiente para retrasarse diez metros y lanzar a sus compañeros gracias a su visión de juego... El 10 del Sevilla durante estos últimos seis años es uno de esos individuos dotados técnicamente por la divinidad para jugar al fútbol y encima para hacerlo en el sitio más difícil, donde los rivales rodean al delantero centro.

Pero el camino de Luis Fabiano en el Sevilla no fue fácil. Llegó con el aval de la dirección deportiva y de Joaquín Caparrós, que apostó muy fuerte por ese 9 que había fracasado en el Oporto y había encandilado a Monchi cuando éste se encargaba personalmente de ver a futbolistas. Enamoró al aficionado Del Nido no más verlo y, sin embargo, su carácter difícil, por la necesidad de ser adulado de manera constante, topó con un manchego austero que jamás llegó a entender a este brasileño que como persona incluso superaba al delantero centro en calidad. Juande Ramos, artífice de cinco de las seis copas sevillistas, comentaba cuando Luis Fabiano marcaba goles como churros que ése era el momento de venderlo. Afortunadamente para el Sevilla y para los sevillistas, el paulista, el que era el camino, se despedía ayer por la puerta grande, besando las seis copas. Y es que cuando la mejor forma de motivar a un futbolista es darle una piruleta, el entrenador debe comprarle un camión de piruletas. Luis Fabiano, el 9 y la persona, merecía esas adulaciones.

Tags

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios