La ciudad y los días

Carlos Colón

ccolon@grupojoly.com

En la capilla de los negritos

Blanco, azul, caoba, oro y marfil cada Jueves Santo, y recogimiento, dulzura y estremecimiento todo el año

El templo es un espacio sagrado de encuentro con Dios. Por ello mucho más, según el Catecismo, que un simple lugar de reunión: "Significa y manifiesta a la Iglesia que vive en ese lugar, morada de Dios con los hombres". La imagen sagrada abre la posibilidad de un encuentro con Dios. La conjunción de espacio e imagen convierte a muchos templos en espacios de gracia por serlo de encuentro con Dios a través de la experiencia sensible. En la solemnidad de una ceremonia o, quizás más aún, en la liturgia diaria o la paz y el silencio de la quietud contemplativa se produce la manifestación de lo sagrado. La arquitectura, la pintura, la escultura, la música -o, aún mejor, el silencio-, la luz tamizada por las vidrieras o el claroscuro provocado por la luz viva de las velas tienden puentes a través de los sentidos entre lo humano y lo divino. Provocando ese estremecimiento que según Goethe, en palabras escogidas por Rudolph Otto para encabezar su libro Lo santo, "es la parte mejor de la humanidad" porque, "por mucho que el mundo se haga familiar a los sentidos, siempre sentirá lo enorme profundamente conmovido".

Tenemos en Sevilla privilegiados espacios sagrados en los que se siente este estremecimiento ante desveladoras imágenes. Hoy, dos de agosto, día de Nuestra Señora de los Ángeles, por sobre todos ellos se alza la hermosa, modesta y acogedora capilla de los Ángeles. La de los Negritos: blanco, azul, caoba, oro y marfil cada Jueves Santo, y recogimiento, dulzura y estremecimiento todos los días del año. Dulzura en la nave la Virgen de los Ángeles y estremecimiento ante el severo Cristo de la Fundación, uno de los seis grandes crucificados que Sevilla ofrece al arte cristiano universal y la devoción personal.

La nave de la Virgen, incienso bordando el aire con el oro de la luz de las velas. La de Fundación, oficio de tinieblas de un perpetuo Jueves y Viernes Santo. Cuánta gratitud debe Sevilla a esta seis veces centenaria corporación -sus orígenes se remontan a la fundación del hospital para morenos del arzobispo Gonzalo de Mena a finales del siglo XIV- por mantener vivos, contra vientos y mareas de la historia, este espacio de encuentro con Dios, la devoción a la Virgen de los Ángeles, el don del Cristo de la Fundación y hoy el franciscano Perdón de Asís, privilegio otorgado a esta capilla por Pío IX a petición de la Real Maestranza de Caballería.

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