Vía Augusta
Alberto Grimaldi
La conversión de Pedro
Si no fuese una tragedia que en España haya una potente demanda de moderación desatendida por los partidos, la comparecencia de Pedro Sánchez en el Senado sería cómica. Feijóo amagó durante meses con llevar al presidente a rastras ante la comisión de investigación del caso Koldo y le amenazó con los juzgados por mentiras atribuidas por anticipado. Pero puso el jueves en la contienda a un párvulo. A Alejo Miranda de Larra, exdirector general de Infraestructuras Sanitarias de la Comunidad de Madrid e impulsor del polémico hospital Zendal, le vino grande el encargo. Miranda, chiquito pero matón, es de la escudería de Miguel Ángel Rodríguez. Atacado por la ansiedad, sobrepasado por la responsabilidad, atropellado, el agente del ayusismo tuvo como divisa el grito del mítico Chiquito de la Calzada: “¡al ataquer!”.
Sánchez era mucho cocodrilo para tan escuálido cazador. Miranda estuvo más interesado en que el presidente del Gobierno llamase dictadura al régimen venezolano, que en conocer cómo dio tanto poder en el PSOE a Ábalos y Cerdán. O por qué, después de destituir a Ábalos de sus cargos institucionales y orgánicos, lo volvió a hacer diputado... o si conocía sus correrías galantes remuneradas. O cómo entraban Koldo y su esposa en la sede de Ferraz a por dinero en metálico sin riguroso control.
Nada de eso interesaba tanto al atacante senador como menospreciar al presidente y llamarle mentiroso. Pudo tildarlo de “¡cobarde!” o “¡pecador!” sin desentonar su arenga. Sánchez, que a displicente no le gana nadie, lo apodó Torquemada. Con respuestas lentas y prolijas exasperó a su interlocutor, calificó el escenario de circo y a la comisión “de difamación”. Algunos aliados la llamaron comisión de la ignominia o de crucifixión. Pero la cosa fue más de fistro y gafas que cruel. Por ambas partes. El peón de Ayuso se fue agotando de dar golpes al aire sin acertar. Y el presidente se creció. Utilizaba el “no me consta” con tanta soltura como Chiquito el “¡te das cuen!”, y a cada torpedo sobre dinero, su mujer o su hermano, respondía con Gürtel, la caja B, la pareja o el hermano de Ayuso. Al final, Miranda desnortado bien pudo gritar “¡no puedor!”.
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