Qué clase de presidente o qué clase de persona

Una de dos: o es un abonado a la mentira o un presidente marcado por la negligencia

Españoles como hipopótamos

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Pedro Sánchez y José Luis Ábalos.
Pedro Sánchez y José Luis Ábalos. / M. G.

05 de diciembre 2025 - 04:00

El presidente del Gobierno se confiesa arrepentido de los incumplimientos con Junts, el partido liderado por un señor que se marchó escondido el capó de un coche y que no da la cara ante la Justicia. El catecismo sanchista reconoce un solo dios (Pedro), un único templo (Moncloa), con una sola sucursal (Ferraz) y una sola ideología (el poder por el poder). La cuestión es básica siempre que no se produzca el desembarco de los politólogos para enredar con sesudos argumentos. Sánchez admitió el otro día en dos entrevistas de diseño que no ha cumplido su palabra con Puigdemont. Y que no conocía la "dimensión personal" de Ábalos, el otrora Algarrabo fortachón de su Gobierno, a quien convirtió en el todopoderoso secretario de Organización del PSOE. Repasen los estatutos del partido y consulten la cantidad de funciones que se confían al titular de ese cargo orgánico. Si se oye una y otra vez la confesión del arrepentido presidente sobre su sorpresa por los desvaríos de Ábalos, se recuerda aquel ejemplo de un importante y prestigioso cofrade andaluz que llegó a la capilla de su hermandad, quiso abrir la puerta con la llave y no pudo porque habían cambiado la cerradura. Preguntó al tesorero de la corporación, quien, en un evidente estado de nervios, no acertaba a pronunciar palabra. Alegó que no sabía nada de las nuevas llaves. "Si usted, que es el tesorero, no conoce que se ha cambiado la cerradura, ¡valiente tesorero! Y si lo sabe y no me dice la verdad, ¡valiente clase de persona!". Verbigracia, el presidente aparece como un mandatario negligente, muy negligente, o como alguien que, una vez más, tiene un problema con la verdad, por decirlo con fineza, sutileza y muchos cuantos algodones. Por no decir mentiroso, que es lo que reclama el teclado. Una de dos, como cantaba Luis Eduardo Aute. No hay otra disyuntiva. El presidente del Gobierno es la persona mejor informada de España. Ábalos ha sido y es un político transparente en su estilo y en sus formas, que mantiene una muy buena relación con muchos diputados de diferentes partidos. Correcto en el trato personal, por momentos afable y aficionado a estar solo varias horas en la barra de un bar de cualquier ciudad en las noches posteriores a los actos de inauguración de tramos de carretera.

El presidente tiene un gravísimo problema de falta de credibilidad. Gobierna a duras penas al mismo tiempo que gestiona malamente la pérdida de las amistades (peligrosas) que le ayudaron a alcanzar la Moncloa. Se mueve bien en la precariedad, porque los valores del sanchismo son muy elementales: la capacidad de supervivencia, la conversión de la necesidad en virtud y el cultivo de una serie de "cantores de las hazañas", pues siempre está a la búsqueda de un Homero en su particular Ilíada. Hay muchísimos ciudadanos de bien que elogian que el presidente aguante por el mero hecho de aguantar frente a la amenaza de un "gobierno de las derechas". Por eso no quiere que olvidemos la Guerra Civil, el frentismo y el bandismo. No quiere que seamos una España moderna, sino temerosa.

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