Puntadas con hilo

María José Guzmán

mjguzman@grupojoly.com

Los cuentos del orgullo

Los niños no suelen tener más prejuicios que los que los padres les transmitimos

Confieso que cuando conocí la organización en Disneyland París de un desfile del orgullo gay cuestioné seriamente su oportunidad. La denominada Magical Pride tuvo lugar el 1 de junio y, una vez que vi las fotos, comprendí que poco tenía que ver con las imágenes grotescas que se ven en los desfiles de tangas, pelucas y cuerpos musculados que escandalizan a algunos cada año.

Y entonces reparé en que hay otra fiesta del orgullo gay que es algo más que eso y repasé el calendario de actividades que se está desarrollando este año en Sevilla durante el denominado mes de la diversidad. Y, de nuevo, cuestioné si es oportuno o no; si en esta programación tenían cabida o no talleres dirigidos a menores para escándalo de los sectores más conservadores y ultraderechistas como Vox y sus proclamas contra el adoctrinamiento en los colegios.

Estoy de acuerdo con que cada cual es libre de educar a sus hijos en el ambiente y los valores que desee. En su casa, faltaría más. ¿Pero qué ocurre cuando los niños salen a la calle y se relacionan con otros?Hice un ejercicio con mi hija, que tiene tres años y a la que, como a los niños de su edad, le hablan en la guardería de la familia, celebran el día de la madre y del padre y hasta de los abuelos. No supe cómo explicarle el día que llegó con dos dibujos para sus abuelas y dos para sus abuelos que sobraba uno. Tres años no son suficientes para que su cabeza procese lo que es la muerte y la ausencia de los seres queridos. No imagino el sentimiento de esos niños en cuyos hogares falta, por la razón que sea, alguna de esas figuras tradicionalmente institucionalizadas. Desde mi sentimiento de huérfana de padre me duele pensar lo que pasará por esas cabecitas. Pero los niños siempre te dan una lección.

Un día mi hija me preguntó quién era el padre de un niño que pertenece a una familia monoparental. Su madre lo adoptó en solitario. Cuando le expliqué que él sólo tiene una madre, ella me respondió con absoluta naturalidad que vale y de inmediato lo hiló con dos gemelos amigos suyos que, sin embargo, tienen dos padres. Y sin más trauma comenzó a jugar fabricando una cantinela con los nombres de sus amigos y el tipo de familia a la que pertenecen. Una madre, dos padres, una madre y un padre, dos madres... Para ellos son situaciones tan normalizadas como las que tienen que ver con la multiculturalidad en la que viven.En una ocasión le pregunté a mi hija por su compañero chino y extrañada me respondió que no se llamaba Chinito, sino Ian. Como la hija de la china del bazar de abajo es Susi. Y su compañera con una discapacidad no está malita ni mucho menos, “sino que es así”.

No se puede negar la realidad y los niños no son ajenos a ella. Ellos no tienen más prejuicios que los que los padres queremos fabricarles. Por eso, enseñarles con respeto que hay una diversidad sexual no es malo, sino un cuento de orgullo que no debería hacer daño a nadie.

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