La aldaba
Carlos Navarro Antolín
Qué clase de presidente o qué clase de persona
Al escritor Antonio Muñoz Molina le han menudeado las críticas por su consideración de la escasez como única vía de escape al colapso del mundo. Incluso se le ha recriminado el precio de su reloj como un signo de hipocresía intelectual, contraria a su discurso. Lo cual no deja de ser un argumento frágil y algo tendencioso. Hombre, ¿para una vez que un buen escritor gana dinero, nos vamos a quejar de que se lo gaste en relojes? La propuesta de Muñoz Molina es una de las varias soluciones que se han ideado, con desigual fortuna, para detener el cambio climático en curso. Una de ellas es el decrecimiento económico señalado por el académico español. Otra es el decrecimiento poblacional, fruto del miedo malthusiano a las multitudes futuras. Otro plan, tiernamente utópico, sería la vuelta al agro y su versión ecológica de pequeños cultivos, economías domésticas y fuego en el hogar.
Hobsbawn consideraba el crecimiento poblacional de los 60 como la gran amenaza para la humanidad futura. Y el distinguido informático Stephen Emmott proponía, en 2013, al final de su Diez mil milllones, que nos comprásemos una pistola por lo que pudiera pasar. Sin embargo, para reducir la población significativamente y con la rapidez exigida por nuestros alarmistas poblacionales, serían necesarias ciertas técnicas, ya utilizadas con éxito en el siglo pasado por pioneros como Stalin, Hitler y Mao. En cuanto a la agricultura ecológica y la vuelta al ámbito rural; esto es, a la baja productividad de los cultivos y a la calefacción por leña, tales soluciones crearían, presumiblemente, un extraordinario desastre ecológico y humano. Y así llegamos a la propuesta de la escasez, la cual nace del antiguo vínculo entre el crecimiento económico y un mayor consumo de combustibles fósiles, junto a una deforestación creciente. Esto ya no es así. El crecimiento económico europeo va en paralelo a una eficiente política ecológica. Y es la mayor productividad, tanto de los cultivos, perfeccionados genéticamente, como de las energías limpias y renovables, entre las que se incluye la energía nuclear, la que procurará un crecimiento superior y una reducción de la huella climática, cuyos mayores beneficiarios serán los países pobres.
Según escribe la investigadora Hannah Ritchie en El mundo no se acaba, “para acabar con la pobreza necesitamos un fuerte crecimiento económico global”. Esto implica que don Antonio Muñoz Molina acaso se halle en un error. Un error lógico, bienintencionado y previsible. Pero un error, al cabo.
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