La despensa?del cariño

21 de octubre 2025 - 03:08

No hace falta ser Agustín de Hipona para marcarse unas reflexiones sobre el paso de un señor, el tal Tiempo, que ostenta gran amor a la vida, pero, en el fondo, es un canalla y cada vez lo es más, y esto último lo digo por completo subjetivamente; como sujeto que es uno. El orden de los sucesos, el tiempo, es un majado de situación, movimiento y ánimo. También es un adictivo compañero del alma, y uno bien traidor, porque más pronto que tarde acaba por mostrar una falta de respeto a nuestra vida realmente decepcionante. El tiempo no es de fiar. Hay que quererlo como es.

A algunos vitalistas cercanos, adictos a reprender al serio y hacer estigma de la tristeza como de la mismísima muerte, y quizá a dar bienvenidas al sol o aplausos al acostarse el astro, les resulta incómodo comentar la decadencia e incluso que menciones a tus muertos, no digamos a los suyos. Se irritan, les parece eso como zamparse dos naftalinas y tragarlas con Varón Dandy: cosas de viejuno, ajenas a la diosa empatía y a su omnipresente prima, llamada autoestima. Cosa deseable, ella, como la salud o la capacidad de esprintar. Se malicia uno que no pocos archiduques y baronesas de la autoestima y la positividad son timoratos vasallos de la vida, en modo apóstol: te la prescriben a ti, pero se lo están diciendo a ellos.

“Que el tiempo no pare, no, que el tiempo no pare, ¡no pare!”, cantaría aquella maciza argentina, Manterola. Va a ser que no. Me comentaba un vecino “no paran de pasarme cerca las balas”. Páñum, páñum, fíu, fíun se decía en tiempos de los cow boys de a peseta. Más años acumulas –esas convenciones “antroplanetarias”–, más gente has conocido, y por tanto más conocidos quedan en marcos de alpaca, sueños y remembranza.

Decía mi añorada Engracia Lanuza que uno debe de ir metiendo conservas de amor y tarros al vacío de ternura y buenos momentos en “la despensa del cariño”. Más no deifiquemos a la risa, que a veces da fatiga. Tampoco y por contra, castiguemos de continuo con nuestras brasas cenicientas. Que de todo hay en la viña del Señor: uvas agraces y dulces; también pulgón y filoxera.

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