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Tacho Rufino

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El despistado diputado

Qué papelón el del diputado Alberto Casero, que ha vuelto a fallar al dar su voto, complicando la vida a los propios -el Partido Popular-, y dándole aire parlamentario a los ajenos -el PSOE y su constelación de intereses legislativos-. Parecería el caso de un "enemigo en casa", pero quiere uno pensar que es simplemente un hombre despistado. Según la RAE, "despistarse" es "dejar de prestar atención a una cosa y cometer alguna distracción u olvido". Quienes somos del gremio del despiste nos justificamos porque lo somos porque tenemos cosas más importantes en que reparar que las exigencias de este mundo, y particularmente de aquéllas que son rutinarias, debidas a la obediencia y la disciplina del grupo a quien está uno adscrito o, sobre todo, la mera burocracia, que es lo peor de manejar para el despistado y su pésima relación con las normas y las reglas. En el caso de Casero, bien puede uno maliciarse que sus errores votando lo contrario de lo que debe tienen su causa en una impotencia insuperable, quizá un miedo subconsciente. Una suerte de incapacidad no dolosa que el Derecho contempla como posible eximente de culpa, cabe aventurar. Una destreza nula con los tiránicos medios telemáticos, en este caso: de su voto a tiro de clic.

La segunda metedura de pata y tiro en el pie propio del diputado cacereño ha sucedido esta semana, dando un "Sí", en vez de su debido "No", a una comisión de investigación sobre las supuestas cloacas durante el Gobierno de Rajoy: el de Pontevedra debe de estar contento. Muchas veces en la vida, las decisiones binarias -sí o no- son las más complicadas, porque en ellas el riesgo de equivocarnos es máximo: en esto, no hay grises entre el blanco nuclear y el negro azabache. Lo grave es que le sucedió eso mismo antes al que fue alcalde de Cáceres, cuando su torpeado voto fue clave para la aprobación de la última reforma laboral del país, en abril de 2021, en plena pandemia. La más que esperable coña por aquel error dio pie a que se lo calificara de "infiltrado de la izquierda" y hasta ídolo del progresismo. Puestos a maliciarse extraños tejemanejes, algunos pensamos, paranoicos, que en aquel voto había algo oscuro, una estratagema 'popular' para hacer ver que no querían aquella ley, pero sólo de cara a la galería. Pero qué va: Casero ha vuelto a votar lo contrario de lo obligado por sus colores. No deja de ser tierno. Y es que los despistados suelen serlo. Lo grave de todo esto es la disciplina de voto, un vicio político que mueve a preguntarse ¿para qué tanto parlamentario? Pero ése es otro cantar.

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