
Vía Augusta
Alberto Grimaldi
La hora de Mazón
La ciudad y los días
Adía de Andalucía pasado, vuelvo a pensar que afortunadamente nuestro ser y sentirnos andaluces nunca ha tomado el camino vasco o catalán, nunca ha utilizado un natural y legítimo sentimiento de pertenencia a una tierra y una cultura para darle un sesgo excluyente, agresivo, xenófobo y en casos de todos conocidos, asesino. La conversión de este sentimiento natural en partido o doctrina política tiene las funestas consecuencias por todos vividas y por tantos sufridas, en España y en Europa. Todo nacionalismo es malo. También el radical españolista. Quien tenga dudas dispone de una amplia bibliografía de los más prestigiosos intelectuales que sufrieron sus consecuencias y por ello advirtieron de sus peligros. Si no tienen mucho tiempo que dedicar a la lectura, les basta Sobre el nacionalismo de Isaiah Berlin (Página Indómita), del que les ofrezco una cata para animar a su lectura: “El nacionalismo es sin duda la más poderosa y quizás la más destructiva fuerza de nuestro tiempo, (…) un estallido irracional de odio contra un enemigo u opresor de la nación real o imaginario… Quizás la humanidad viva lo suficiente para ver el día en que el nacionalismo parezca absurdo y remoto, pero para ello deberemos entenderlo y no subestimarlo; y es que aquello que no es comprendido no puede ser controlado: domina a los hombres en lugar de ser dominado por ellos”.
Ser y sentirse andaluz, y construir Andalucía desde cualquier responsabilidad profesional –sin hacer distingos: todas suman– o la política, nunca ha tenido que ver, más que en algunos extravagantes arranques, con esta “destructiva fuerza” que tantos conflictos políticos, tantas tensiones, tantas exclusiones y tantas muertes ha causado en Europa y en España, país que estos días vive su versión atenuada, es decir, no golpista ni asesina, sino de presión y cambalacheo de los partidos nacionalistas a cambio de los votos que sostienen al Gobierno, a su vez logrados gracias a los votantes nacionalistas. Están en su derecho de serlo, por supuesto… Siempre que no rompan el marco constitucional de convivencia.
Nosotros no somos así. Nuestras sangres están demasiado mezcladas, nuestra historia es demasiado larga, nuestra cultura es demasiado rica y nuestro carácter ha sido moldeado por ellas. Ser y sentirse andaluz es una forma de ser y sentirse español; y ser y sentirse español, una forma de ser y sentirse europeo.
También te puede interesar