Dios y EEUU

24 de septiembre 2025 - 03:09

En la despedida de Charlie Kirk organizada por el movimiento MAGA (Make America Great Again), el presidente Trump dijo algo que hoy suena a providencialismo pero que no deja de ser un hecho consustancial al nacimiento de su país: “Sin ley y sin dios no hay EEUU”. El propio título del movimiento MAGA revela un carácter inclinado a la melancolía y a un protagonismo político y moral de naturaleza trascendente. No creo que las generaciones actuales sean conscientes del significado último que tuvo en Europa el nacimiento de los USA. Nacimiento al que contribuyó, de manera determinante, la monarquía española de Carlos III. Dicho significado, en el que confluyeron las dos tradiciones de la antigüedad, implicaba empezar de nuevo, como en el Edén del Génesis, pero amparados por una república ilustrada cuyos modelos fueron Grecia y Roma.

Cuando Franklin llega a Francia para recabar ayuda continental para su causa, no lo hace en tanto que prodigioso inventor del pararrayos –y de la armónica–, sino en cuanto que encarnación de un hombre nuevo, de un hombre natural, el buen salvaje roussoniano, donde política, religión y paisaje se conjuraban para alentar el nacimiento de un mundo ultramarino y puro, exento de las violencias de Europa. Nuestro mesiánico y lucrativo Jordi Pujol decía hace algunas décadas, no sin algo de razón, que en Norteamérica regía el Viejo Testamento, mientras que Europa se inclinaba más al Nuevo. Dicha apreciación añade acaso algún matiz a los aspectos que nos separan y nos unen a nuestros vecinos de la otra orilla. A ello debe sumársele las numerosas sectas europeas que cruzaron el océano en busca de un lugar pacífico donde empezar de nuevo, y que darían forma particular al doble ideal, ya citado, de Grecia, Roma y el Deuteronomio. Franklin era muy consciente del tipo que encarnaba en el imaginario europeo como hombre puro, procedente de un paraíso inagotado y fértil, libre de los viejos errores del Viejo Mundo.

Quiere decirse que en el imaginario estadounidense, la presencia de Dios –In God We Trust, se advierte en sus billetes– quizá tenga una prevalencia hoy desacostumbrada en Europa. Asunto distinto es que tales cuestiones las utilice el presidente Trump para desaconsejar el paracetamol. Lo cual no deja de ser un eco cínico y extemporáneo de los procesos de Salem.

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