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Un discurso real

Guterres habló sin papeles. Recibía el premio más importante de la universidad en la que se licenció

Hay citas inevitables y tradicionales. Discursos llamados institucionales que difícilmente salen de los lugares comunes y a los que los analistas -o algo- dedican horas y ríos de tinta (toma, lugar común propio) a interpretar y casi siempre alabar. Y hay discursos que una vez pronunciados y a pesar de un aplauso de casi cuatro minutos no aparecen el día después en ningún periódico. Hablo del secretario general de la ONU, António Guterres y la extraordinaria y valiente intervención que pronunció el día 5 de enero en el aula magna de la Universidad de Lisboa. Por la fortuna inmensa de colarme con la presidenta de la fundación Saramago asistí a un acto solemnísimo: con el presidente de la república lusa, el ubicuo y empático Marcelo Rebelo de Sousa-que lo mismo está en Brasil que en Roma que en el campus lisboeta en menos de 48 horas- el rector y las fuerzas vivas portuguesas. Lleno hasta la bandera.

Guterres habló sin papeles. Recibía el premio más importante de la universidad en la que se licenció y con la que siempre ha mantenido vínculos intelectuales y personales. Estaba emocionado. Pero lo cortés no quita lo valiente y en este caso el refrán se ajusta como un traje a medida. El secretario general de la ONU, desde 2017, lidera una organización que nació después del desastre brutal de la Segunda Guerra Mundial con el ánimo de arbitrar la paz. Ay, esa palabra que despojada de voluntad y rigor queda tan inane como esos deseos que se le atribuyen a las misses que aseguran que Confucio inventó la confusión. Como católico reconocido y militante socialista desde la revolución de los claveles en 1974, Guterres citó varias veces al papa Francisco y lo hizo el mismo día que el mundo despedía a su antecesor, el emérito Benedicto XVI. Habló de paz, o sea de guerra. De la guerra que provocan las codicias y los imperialismos, de la guerra con armas, pero también de esas guerras que matan aunque no lleven carros de combate. De la guerra del hambre. Cómo le hubiera gustado al historiador granadino Miguel Ángel del Arco, experto que acaba de clausurar una interesantísima exposición sobre el asunto en el Centro Documental de la Memoria Histórica en la Casa Molino Ángel Ganivet. De la guerra contra las mujeres, la diversidad sexual o la pluralidad religiosa. Citó al colectivo LGTBIQ +, sin faltarle una sola letra del acrónimo, con la convicción de quien ha visto el dolor y sus rostros. También de la guerra del cambio climático que perderemos todos si no reaccionamos. La paz tiene muchos frentes, pero según el secretario general de la ONU cuenta con los mejores soldados: la humanidad que debería saber que o nos salvamos todos o no se salva nadie. Sus palabras no dan lugar a las interpretaciones. Es lo que tiene llamar a las cosas por su nombre y mojarse.

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