La aldaba
Carlos Navarro Antolín
Las zonas prohibidas de Sevilla
Uno de Valladolid, ministro de Pedro Sánchez, nos ha echado a pelear con Milei, el presidente de la República argentina. Ha provocado que claven otro clavo en el ataúd de la señora del presidente que lo nombró, un clavo internacional. Milei sabe que este de Valladolid no habla en nombre de los españoles, todo lo más en representación de Pedro Sánchez, pero da lo mismo. Al tamaño de la ofensa, el tamaño de la respuesta multiplicado por dos. Salvo que el presidente lo cese de un modo inmediato, Milei va a seguir pues la ofensa no es baladí. De camino podría cesar también al otro ministro que ha quitado el premio a la Tauromaquia. O los portavoces gubernamentales que echan gasolina al conflicto palestino-israelí. Hay más, hay más. Es un Gobierno que hace aguas, que no gobierna para todos los españoles sino para unos pocos. Podríamos llamarlo contradicciones. Es como apoyarse en quienes no tienen otro objetivo que partir la unidad territorial de España y extirpar lo que el Estado tiene en los territorios. De raíz. Y lo que para muchos vienen siendo señas de identidad españolas en los territorios del Estado. Están en eso. Por esto estoy enfadado. Y también porque Sierra Mágina no pueda ser considerada una visión extraordinaria de la belleza singular del territorio olivarero andaluz. Cosa fastidiosa un turista, por Dios. Y se quedan muchos tan tranquilos. Al visitante que he sido de Venecia, Roma, Florencia, París, Londres, Berlín, San Petesburgo, Jerusalén, El Cairo, etcétera, lo han convertido en persona non grata, individuo molesto, prescindible. Cuando fui por donde me llevaron y no di la lata en ningún sitio, sino caminar y admirar, hacer realidad la existencia en un solo mundo lleno de atractivos. ¿Qué nos está pasando? ¿De dónde saca a sus ministros este presidente que hasta Rodríguez de la Borbolla lo pone pimplando? Me enfada todo esto y no tengo edad para ataques, amo la paz, el equilibrio y la armonía. Pero es cierto lo que decían aquellos latinos: Nulla pax perpetua. Es como la guerra perdida que esta generación de abuelos pretende ganar con leyes retorcidas y un relato metido en el imaginario actual con un calzador. ¿Paz, piedad y perdón? Para nada. Lo contrario. La transición fue un enjuague de franquistas y oportunistas, o algo peor. Decir, por ejemplo, que en España, aquella España, había muchos franquistas, unos confesables y otros inconfesables, puede ser un delito. Retrospectivo. Porque el dictador murió en diciembre de 1975, dentro de poco medio siglo, cincuenta años. ¿Entonces quién manda parar aquí? ¿Quién manda a su casa al de Valladolid y también al antitaurino? Impresentables. Estoy enfadado, mucho.
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