Acción de gracias

El entusiasmo

El Mes de Danza se marcha con un patrimonio de valor incalculable: el fuego que ha prendido en sus espectadores

Lo convertimos en una costumbre. Cada otoño, mi sobrina -también mi ahijada- y yo nos acercábamos a alguna actuación del Mes de Danza, esas pequeñas pero siempre estimulantes piezas que tomaban espacios como la parada de metro de Puerta de Jerez, el Rectorado, el CAAC, las setas. Acudíamos con la certeza de que allí nos esperaban el asombro, la belleza, el humor, el misterio, esa prodigiosa gama de matices que se despliega cuando un cuerpo se mueve. A mí me emocionaba haber encontrado una afición común, un deslumbramiento compartido, con mi ahijada, pero conmovía también observar cómo cada año la cita ganaba adeptos, espectadores entusiastas que habían comprendido, gracias al tesón de María González, la responsable de aquel proyecto, que la danza contemporánea no era esa disciplina exquisita, ininteligible, que había que desentrañar como un jeroglífico, sino una pasión contagiosa que te calentaba el pecho. Aquellos bailes nos señalaban que, educados como estábamos en la lógica de lo útil, nos habíamos olvidado de lo hermoso, de lo sagrado. Aquello había que sentirlo, no entenderlo, y al mismo tiempo -qué paradoja- eso conformaba una forma nueva de conocimiento. Veo las maravillosas fotos de Luis Castilla de la edición de 2019 -la última, ay, que se celebró- y en una de ellas un bailarín se agita entre chorros de agua. Así era la experiencia: te salpicaba de algún modo, aquellas coreografías calaban, como una lluvia tenue y refrescante, en nuestro ánimo. Al ritmo de aquellos intérpretes éramos sublimes, y bellos, y felices.

Esta semana, cansada de toparse una y otra vez con el laberinto de las Administraciones, María González anunciaba que el Mes de Danza no continuaría, y hoy toca agradecerle el entusiasmo. El entusiasmo con el que ella levantó un proyecto que ha afrontado 26 ediciones y que hacía que esta ciudad fuera mejor, moderna, inesperada, dispuesta a la emoción; el entusiasmo que generó en nosotros, el público, todos estos años. Porque el Mes de Danza, además, siempre implicó a los espectadores y los animó a salir de su condición estática y moverse, como en aquella Masacre en Nebraska en la que Alberto Cortés reclutó a un grupo de aficionados para que construyeran ellos el espectáculo. El álbum del último Bailar mi barrio, unainiciativa que promovió la cita, muestra a unas mujeres, también algún hombre, dichosos por haber dado con una forma de expresión, una luz, calladas hasta entonces. En su despedida, María hablaba del impresionante legado gráfico que dejaba el Mes de Danza, pero el proyecto se marcha con otro patrimonio de incalculable valor: ese fuego que ha prendido en nosotros. Gracias, María. El próximo baile, propio o ajeno, pensamos dedicártelo.

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