OYENDO a Carlos del Campo, gerente magníficamente remunerado de la Liga de Fútbol Profesional, cada vez más convencido estoy de que la gente del fútbol no tiene los pies en la Tierra. Con la que está cayendo, con la crujía económica y sentimental que está atravesando el pueblo español, quiere más dinero para el fútbol a costa de perjudicar al españolito de a pie. Considera dicho personaje que el partido que se da cada sábado en abierto deja de reportarle al fútbol ciento cincuenta millones de euros al año. No sé qué cuentas hace, pero el hombre se fuma un puro tras tasar así los perjuicios de dicho evento.

Estoy convencido de que con ejecutivos como este Del Campo, el fútbol no tendría a estas alturas de la vida la dimensión que exhibe. Nunca se sabrá qué fue antes, si el huevo o la gallina, pero todos estaremos de acuerdo en que la sobredosis informativa de la cosa redunda beneficiosamente en lo que el fútbol significa en esta sociedad nuestra. No sé si Del Campo sabe que cuando en el 84 se produjo el gran apagón televisivo por lo que ni siquiera podían verse los goles, fue el propio fútbol el que sacó la bandera blanca para que las cosas volviesen a su ser, para que se televisasen partidos y para que volviese el Estudio Estadio, moviola incluida.

Siempre se ha dicho que quien ignora la historia está condenado a repetirla y el fútbol, este fútbol en que Cristiano y Messi son los becerros de oro, debe ser consecuente con los tiempos y dejarse de avaricias que suelen ser a costa del aficionado. Eso de que suprimir el partido en abierto supondría un ingreso añadido de ciento cincuenta millones de euros puede que, quizá, sea real, pero ¿qué costo tendría suprimir el partido en abierto? Si los niños van al colegio vestidos con la camiseta del ídolo es, en gran parte, por obra de la televisión que lleva el fútbol a la salita de estar. Además, ¿para qué más dinero si al final todo el dinero es poco para el fútbol?