Amanece el último plato fuerte del curso para el fútbol según Sevilla. Con el Betis calzando chanclas desde que casi empezó, el Sevilla-Real Sociedad de esta noche en Nervión se ve como lo último que merecerá la pena de esta 2016-17 que tantas desilusiones ha deparado. En ambas aceras se ha vivido el desasosiego de ver cómo le quitaban el caramelo de la boca a uno y cómo se tiraba a la basura una temporada más por el otro.

Hay quien califica este partido de hoy en Nervión como una final y creo que el adjetivo es desmesurado. Pienso que la cuarta plaza está asegurada por la distancia de puntos con los perseguidores y por lo que resta de calendario, con la visita de Osasuna para arriar el telón. Con una victoria basta para optar a jugar Champions y también creo que tras el sofocón de La Rosaleda raya en lo utópico alcanzar la tercera plaza. A no ser, claro, que el Atleti entre en depresión.

Indudablemente, el varapalo del martes que deja a la tropa de Simeone prácticamente fuera del sueño que significaba otra final de Champions puede acarrearle funestas consecuencias. Caer como cayó ante el vecino de toda la vida puede originar daños de todo tipo, incluidos los colaterales. Y entre esos daños se encuentra el de entrar en estado de depresión para beneficio liguero del Sevilla. Por ahí sí que cobra una importancia capital esta cita en plena Feria con la Real.

La efectividad como anfitrión del Sevilla apenas le deja chance a la Real. En Anoeta vivió el Sevilla su pico más alto de la temporada y antesala de un triunfo épico sobre el Madrid que hizo desatar un vendaval de ilusiones más o menos fundadas. Aquel póquer de goles en Anoeta alegró muchas pajarillas y aunque los tiempos no son los que fueron, este partido con la tropa donostiarra no será una final, pero sí que guarda una importancia grande, considerablemente grande.