NOTHING I can see but you when you dance, dance, dance... Desde Objetivo Birmania, qué modernidad, y los valses de José Vélez hasta Leonard Cohen, Cantores de Híspalis y las tumbas de Siniestro Total, el baile es la pareja de la música, con la invitación a contonearse en la letra de la melodía, ya sea uno mismo o su enamorada. Quien canta tal vez su mal espanta, pero quien baila seguro que se quita todos los males de encima. El que baila es un optimista por naturaleza y por eso todos deberíamos bailar más, no sólo en las bodas de las cuñadas, cuando los demás notan lo patosos que somos. Una pista de baile o un cuarto a solas es mucho mejor que un gimnasio. Hay que dejarse llevar, seguir el sonido y deshinibirse. Sentir la sangre caliente, llevar el resto del día y toda la noche en el bolsillo, tener la sensación de volar muy alto (sin necesidad de sustancias estupefacientes, se supone).

De eso habla Justin Timberlake cuando ha tomado el holograma de Michael Jackson por las solapas para dar mandanga internacional en este verano. Las veinteañeras y muchos bailongos jartibles aguardaban que algún día reapareciera el adolescente talludito y barbado de Justin, de Timberlake, auténtico ganador del último Eurovisión, para que jaleara un poco el pop, que anda mustio, pirateado y sin ganas de renovarse. Can't stop the feeling hace mover los pies mediante cosquillas pegadizas, chasqueando los dedos por debajo de las rodillas. Puestos a bailar, que sea junto a su videoclip con Kunal Nayyar (Raj, Big Bang) o Christine Baranski. Como hace Enrique Iglesias, Justin se nos ha convertido en un hombre de una sola canción al año. El ritmo anglosajón del verano es parte de la banda sonora de una película animada, Trolls. Los famosos del vídeo son los que ponen la voz en la versión original.

No, no es una canción muy original. Pero es de esas que escuchas y te anima el alma. Disfrútenla antes de que se cabornice.